Su eterna cara de niño, de niño travieso y pícaro, siempre planeando una trastada, traslucía su talento innato para la literatura, desde esa juventud temprana en la que escribía relatos alentados por su madre,un talento que le permitió resistir en sus últimos años en los que sus libros fueron soslayados e ignorados por la crítica, una crítica que luego, a partir especialmente de su muerte en 2009, recompuso su análisis y ha ido estableciendo en los últimos años un justo reconocimiento al trabajo narrativo de John Updike.

El escritor nunca desfalleció de su quehacer literario y convencido de su talento narrativo siempre mantuvo su trabajo al nivel que la exigencia requería y ademas abordando prácticamente todos los géneros, desde la poesía, al ensayo, la obra teatral, el relato e incluso libros infantiles y, con especial rigor, la novela, género que le permitió sus mayores éxitos.

Como en las encuestas, creó su propio prototipo, al que dibujó con sagacidad y fina ironía y al que dedicó sus grandes historias. Ese prototipo era el matrimonio de raza blanca, protestante, enclavado en la clase media y dispuesto a creerse y ser protagonista del sueño americano. En su famosa saga de novelas sobre su gran personaje Harry Conejo, al que dedicó media docena de libros, Updike retrata de manera implacable a esta pareja prototipo al que finalmente enfrenta a la dura realidad de la falsedad de ese sueño 'made in USA'.

En sus relatos cortos, Updike también tiene su pareja ideal. Son los Maple. En 1956 el escritor publicó el primer relato protagonizado por este joven matrimonio formado por Richard y Joan Maple. A lo largo de veinte años Updike fue contando las vicisitudes de esta pareja que, como tantas, va pasando del enamoramiento y la pasión al desaliento, el aburrimiento y el hastío que finalmente desemboca en separación.