¡Sálvese quién pueda! O quién sepa. El grito se lleva dentro porque no hay tiempo ni para chillar. Los directores, desde los coches, se quedan afónicos de dar consignas, casi siempre incompletas. Todos, absolutamente todos, están avisados. La llegada de la quinta etapa del Tour 2018 es una trampa. No caben todos y, por su fuera poco, a un kilómetro hay una bajada que pone los pelos de punta. Es el infierno.

Alejandro Valverde no es la excepción. Está, o trata de estar, bien colocado. Nairo Quintana, que no quiere regalar ni un segundo más, circula por la derecha. Un bandazo descoloca al ciclista murciano. Tanto trabajo, e igual para nada. En un abrir y cerrar de ojos se ve desplazado 15 o 20 posiciones de dónde le gustaría estar. Sabe que puede ser una llegada para él. Sabe que es una oportunidad y que estas no se regalan ni hay que desaprovecharlas en el Tour. "Hay que remontar", se dice a sí mismo. "Pero todavía quedaba mucha gente rápida, demasiada y tuve que irme colocando poco a poco". Entre los rápidos, cómo no, el de siempre, Peter Sagan, segunda victoria, segundo día de poderío. Si hay un repecho, Fernando Gaviria, por muy colombiano que sea, desaparece del mapa.

El Tour lleva cinco días de vida y Valverde no solo asoma por la cabeza de carrera si no que se deja ver. Firme. Convencido. Seguro. Sin miedo. Y si no pudo ser este miércoles en la ciudad bretona de Quimper, este jueves parte como el favorito, como el ciclista a batir, en un Muro de Bretaña que clama por tener en su cima la firma de un corredor murciano. Hace tres años, solo pudo ser tercero. Ahora las cosas pueden ser distintas.

La 'montonera' del domingo

Llegar en cuarta posición con velocistas dispuestos a todo dice mucho en favor de Valverde. Ya fue el único, entre los que se juegan algo más que un triunfo de etapa en este Tour, que superó la 'montonera' que puso patas arriba la etapa del pasado domingo. Y no todos los días estará Sagan tan pletórico como en Quimper. En el 2015, el tricampeón del mundo, en el Muro de Bretaña, fue cuarto, precisamente por detrás de Valverde.

Esta semana no se gana el Tour, pero sí sirve para avisar de las intenciones, para ver el estado de forma de los rivales, para oírlos respirar en carrera, para adivinar si están nerviosos o serenos. Y para ello nada mejor que la experiencia de un corredor como Valverde, veterano en años pero joven de piernas. "Primero quiero dormir bien y luego veremos", dice a modo irónico cuando se le pregunta, tras acabar la etapa, si luchará por ganar en el Muro de Bretaña.

Los adoquines en el horizonte

Poco a poco se van acabando los esprints. Todos piensan en la etapa del domingo, con esos terroríficos 22 kilómetros de adoquines, que pueden ser como un Tourmalet instalado en los llanos del norte de Francia. "Pero lo importante es no perder la rueda. Y si vas bien colocado, puede pasar los adoquines cualquier corredor. El problema es si te caes o sufres una avería porque los coches van lejos". Y es entonces cuando llega el drama... el drama del Tour.

Todas las clasificaciones en la página oficial del Tour.