Rafael Nadal odia retirarse pero el cuerpo a veces limita, manda, frustra y enfada. Este viernes la rodilla derecha, la de siempre, otra vez, ha obligado al dueño de 17 grandes a decir adiós al Abierto de Estados Unidos mientras disputaba la semifinal con Juan Martín del Potro en la pista Arthur Ashe. Y ha llegado a completar dos mangas, que en ambos casos se ha anotado el argentino, pero en ese momento, cuando el marcador señalaba 7-6 (7-3) y 6-2, el de Manacor ha decidido que “era mejor parar que seguir en la pista parado”.

La opción de volver a una final donde ya se ha alzado con el título en tres ocasiones se evapora. Llega la frustración, el enfado. Y ahora viene cierta incertidumbre que, lamentablemente, conoce bien.

"Odio irme de esta manera"

Ha sido en el quinto juego del primer set cuando Nadal ha notado algo en la rodilla, la misma que le dio problemas en el partido de tercera ronda frente a Karen Khachanov. Ha llamado al preparador físico, se ha colocado un vendaje y ha seguido jugando. Después se ha arrancado el vendaje, ha recibido un masaje, ha seguido jugando, ha vuelto al vendaje...

En el segundo set ha quedado claro que algo estaba fallando. Lo ha completado, aguantando, “porque a veces eso va y viene”, el dolor, pero al culminar ha visto que esta vez era de los que se quedaba. No se sentía cómodo, no podía apoyar, no podía tener fuerza para sacar... Suficiente para tirar la toalla. “Es una manera en la que realmente odio irme”, confesaba justo después en la sala de prensa. “Es peor irme así que haber perdido. Me encanta jugar por títulos y es frustrante. No es sobre perder, es sobre no tener oportunidad de luchar”.

"Lo mismo de siempre"

Es demasiado pronto para saber el alcance de la lesión. El propio Nadal quiere creer que no es de mucha gravedad. Explica que su sensación “es que es lo mismo de siempre. No es nada de menisco. Lo que hay es lo que está en el tendón”. Y asume que no le queda “más que aceptar. Desgraciadamente es parte importante de mi carrera también”, recordaba Nadal, subrayando que de las cuatro derrotas de este año, dos han sido por retiradas (aunque la de Australia fue por el psoas ilíaco, un músculo propulsor). También en la recta final de la temporada del año pasado la rodilla le impidió jugar en Basilea y le forzó a retirarse en París-Bercy y la Copa de Maestros.

La frustración del abandono es también demasiada para pensar en nada más, incluyendo plantear qué pasará con la Copa Davis. Nadal, además, conoce demasiado bien el proceso como para aventurarse a marcar calendarios. Se someterá a análisis y determinará con su equipo a partir de ahí un camino de recuperación. “Quizá sean semanas, quizá sean meses”, avanza. “Lo que sé es cómo tengo que trabajar para estar mejor”.

Pese a la rabia, también hay una promesa, ejemplo del espíritu que le ha llevado a ser el campeón que es. “Voy a seguir adelante y trabajar para seguir teniendo oportunidades”, decía. “Me siento muy competitivo a mis 32 años. Todo el mundo dijo que por mi estilo tendría una carrera corta pero aquí sigo. Quiero seguir disfrutando del circuito y seguir teniendo oportunidades de competir”. La pena, la rabia, es que esta vez no será en Nueva York.