La primera flecha ha dado en el centro de la diana. Rafael Nadal la lanzó en Montecarlo y logró el primer 10 de la temporada. Le quedan otro par de varillas colgadas en su cinto para conseguir un triplete único en la historia del tenis mundial. La próxima toca lanzarla esta semana en el Barcelona Open Banc Sabadell.

Ayer, en el Estadio Olímpico Lluís Companys, tomó lecciones de un maestro, Antonio Rebollo, el arquero que hace 25 años emocionó al mundo al encender el pebetero de los Juegos de Barcelona en 1992. Era la foto oficial del torneo. La compartió junto a Marc López, con quien ganó el año pasado el oro olímpico de dobles, su mejor recuerdo en un año para olvidar. Las cosas han cambiado y mucho para el exnúmero 1, que ya tiene el ojo puesto en nuevos retos.

«El número 10 es algo especial. En Montecarlo gané el primer Masters 1.000 (2005) y aunque queda lejos y las sensaciones se olvidan, fue muy importante para mí. La victoria ha llegado en el momento adecuado para ganar un torneo. Ha sido un paso adelante que he aprovechado», valoró orgulloso el mallorquín, consciente de que era un triunfo que le faltaba en una temporada en la que había llegado a tres finales (Australia, Acapulco y Miami), pero en la que aún no había mordido ningún trofeo.

El último se remontaba al año pasado en Barcelona. No volvió a ganar ninguno más. Una lesión en la muñeca le obligó a retirarse de Roland Garros, donde buscaba otra décima, la más importante para su carrera. Después, el resto de temporada hasta que decidió parar, se limitó a «la alegría» de los Juegos Olímpicos de Río, donde se colgó el oro en dobles, sin estar en forma. «Hice unos grandes Juegos Olímpicos y aún no sé por qué, pero después tuve que parar y hacer un reset».

DÍAS DE DUDAS

Nadal admitió que fueron momentos de dudas. «Claro que dudé. Había empezado la temporada mal por cambiar el cordaje y cuando volví al antiguo y comenzaba a jugar bien me lesioné en la muñeca y ya no levanté cabeza. No tener dudas sería ser arrogante. Las dudas te hacen pensar, pero no quitan ni la ilusión ni la confianza», insistió.

El exnúmero 1 mundial está feliz por cómo ha llegado a su territorio natural y preferido. «He hecho un gran inicio, he tenido opciones para ganar en todos los torneos que he disputado y ahora llego a Barcelona tras ganar Montecarlo; estoy donde quería estar».

No ha tenido demasiado tiempo para celebrarlo. Ayer llegó a Barcelona y fue directamente al estadio de Montjuïc. En la rueda de prensa estuvo serio y concentrado, pero después se dio un baño de multitudes en el entrenamiento que realizó con un tenista del RCT Barcelona, en la pista abierta al público y totalmente abarrotada.

Nadal ya es experto en controlar sensaciones. Su objetivo es claro en Barcelona. Quiere aprovechar la buena dinámica que lleva y que le ha permitido saltar ya a la quinta plaza mundial. Volver al BigFour antes de Roland Garros es fundamental y está en el camino. Quiere «tocar con los pies en la tierra, no soy de grandes victorias ni de derrotas» y por eso admite su precaución. «Es muy difícil repetir». Sabe también que ganar no va a ser fácil. «Hay un buen cuadro con Murray y Zverev. Es un torneo de máximo nivel. Hay que estar alerta», admitió el tenista mallorquín, que mañana debutará contra el vencedor del partido entre el argentino Renzo Olivo (88º mundial) y el brasileño Dutra Silva (65º).

RECUERDO DEL CLÁSICO

Y ayer el alemán Alexander Zverev, que llega escocido por el doble 6-1 que encajó en Montecarlo, le lanzó el guante. «He decidido venir porque hay un cuadro muy fuerte y en cuartos puedo cruzarme con un tal Rafa Nadal, posiblemente es la razón por la que vine». Sabe que va a tener que luchar para morder otra décima copa en su casa, pero está confiado para intentarlo.

Si de algo estaba menos contento Nadal ayer era del clásico del Bernabéu. No tenía ganas de hablar. «Como seguidor del fútbol fue un partido muy emocionante y un gran espectáculo. Pudo pasar de todo. Ganó el Barça y ha puesto la Liga más emocionante. Está claro que como aficionado del Madrid habría preferido otra cosa pero todavía hay esperanza».