Javier Fernández lo consiguió. En la última competición de su carrera deportiva, el patinador madrileño conquistó su séptimo título europeo consecutivo al remontar en Minsk las dos posiciones que había cedido ante los rusos Mijail Kolyada y Alexander Samarin en el programa corto del jueves. El español habnía sido tercero entonces, con 91,84 puntos, por 100,49 de Kolyada y 91,97 de Samarin.

Pero su buena interpretación del ejercicio El Hombre de la Mancha le supuso superar a los dos patinadors rusos y mantenerse invicto en la competición continental desde el 2013, justo ahora que, a sus 27 años, se retira de la alta competición. Fernández realizó el mejor programa libre (179,75) y se llevó el oro con un total de 271,59 puntos, por delante de Samarin (269,84) y del italiano Matteo Rizzo (247,08), que pasó de la décima a la tercera posición. Kolyada acusó la presión del momento, se cayó cuatro veces y se lesionó en la muñeca izquierda en un mal programa libre que le condenó a la quinta plaza final (240,87).

"No olvidaré nunca Minsk", aseguró Fernández tras entrar de lleno en la historia, puesto que igualó al ruso Evgeni Plushenko en número de títulos continentales (aunque los suyos no fueron consecutivos) y se acerca al mítico alemán Karl Schäfer, que ganó ocho consecutivos entre 1929 y 1936. El récord lo mantiene, con nueve títulos, el sueco Ulrich Salchow, nueve veces campeón europeo a caballo entre finales del siglo XIX y principios del XX.

Fernández ofrecerá el lunes una rueda de prensa en Madrid donde hablará de sus proyectos futuros, una vez retirado de la alta competición a sus 27 años, que incluye su espectáculo Revolution on Ice, con una gira internacional previsto durante este año.

En el plano deportivo, el madrileño de Cuatro Vientos se marcha con un gran historial, que incluye dos títulos mundiales (2015 y 2016), esos siete títulos europeos (2013-2019) y, sobre todo, la medalla de bronce olímpica que logró el año pasado en los Juegos de Pieonchang (Corea del Sur).

Charles Chaplin, Don Quijote, Jack Sparrow, Elvis Presley, Fígaro... Cualquier personaje que interprete, no importan sus singularidades, le sirve a Javier Fernández para dejar en el vestuario al chico tímido que apenas levanta la voz, con la mirada esquiva detrás de las gafas, y transmutarse en un coloso capaz de volar sobre el hielo en cuanto se calza los patines.

La medalla de oro conseguida este sábado en Minsk, la séptima consecutiva en un campeonato de Europa, consolida a este madrileño de 27 años como uno de los mejores de la historia.

Con dos títulos mundiales en la mochila, siete europeos, la medalla de bronce olímpica, innumerables triunfos en el Grand Prix y ocho campeonatos de España, Fernández pone el mejor broche posible a su carrera. "Sería una agonía" preparar otro ciclo olímpico al completo, ha admitido Superjavi, que confiesa que empieza a acusar el paso de los años.

Nadie lo diría, a la vista de su actuación en Minsk, superando la decepción que supuso quedar tercero tras el programa corto y tener que jugárselo todo en el programa libre, volando sobre la pista con el ejercicio libre basado en El Hombre de La Mancha, que le otorgó el bronce en los pasados Juegos.

CON ORSER Y HANYU

De su particular personalidad da muestra el hecho de que comparta entrenamientos y preparador con el patinador japonés Yuzuru Hanyu, que ambos se admiren y se animen y que la convivencia nunca se resienta. El técnico canadiense Brian Orser, doble subcampeón olímpico, es el responsable de que todo encaje. Toronto, el escenario al que el español y el japonés emigraron en busca de la excelencia que Orser les prometía.

Todo empezó en una pista de hielo de la localidad madrileña de Majadahonda, en la que también se entrenaba Laura, la hermana de Javier. De allí se fueron a Jaca y luego, ya él solo, dio el salto en 2008 a Nueva Jersey (Estados Unidos), con un grupo de patinadores a las órdenes del ruso Nikolai Morozov. De su mano, se convirtió en Vancouver 2010 en el primer español en participar en unos Juegos desde 1956. Acabó 14º. Quería más.

Javier dio un nuevo salto al vacío y cambió a Morozov por Orser, que le garantizaba más atención. Los resultados no se hicieron esperar.

El patinador del barrio de Cuatro Vientos las ha visto de todos los colores: lejos de la familia, sin compañeros, incomprendido al principio por su federación, sin papeles para firmar el alquiler de un piso o contratar un teléfono... nada ha podido con la voluntad de Javier Fernández. Sus patines son sus alas y no hay quien se las corte.

Cuando pisa el hielo, dice que sale "a comerse el mundo". Siempre empieza sus ejercicios con gesto serio, pero en cuanto cumple con su primer salto la sonrisa se le escapa. En las series de pasos, su expresividad es mayúscula porque es un magnífico bailarín. En el salón de baile de Minsk encontró a su pareja habitual en los europeos: la medalla de oro.