El viento cortaba la cara. Mantenerse en pie, quietecito en la meta de Camprodon, era como someterse a una tortura. En la bicicleta, el aire entraba por todas partes. Soplaba más bien de frente, con lo que se frenaba la bici. Pero era imposible entrar en calor. Hacía un frío atroz, una sensación térmica de estar todo el día bajo cero. Y en estas circunstancias, solo un corredor procedente de las tierras del norte, un belga, por ejemplo, Thomas de Gendt, por más señas, con triunfos de etapa en Tour, Vuelta y Giro, podio en la ronda italiana del 2012, la que quiso y no pudo ganar Purito, era capaz de aliarse con la épica y ganar la etapa. Solo ante el peligro, como Gary Gooper, un hombre solo al frente de la carrera, como tantas veces Fausto Coppi, en los años dorados del ciclismo italiano, solo ante todos, como el héroe de un conflicto bélico. Así se sintió ayer De Gendt para afrontar, primero con compañeros españoles (Lluís Mas y Mikel Bizkarra) y después en solitario, la gran fuga que marcó y decidió la tercera etapa de la Volta, en la que De Gendt tomó en préstamo y por méritos propios el jersey de líder de Alejandro Valverde, ahora segundo a 23 segundos de su rival belga. Actuó el Movistar con paciencia y con inteligencia. De Gendt es un magnífico guerrillero de las fugas pero irregular como un mal estudiante, y difícilmente un candidato a la victoria final, el domingo en Barcelona, donde Alejandro Valverde, con el apoyo de su equipo, sigue siendo el máximo favorito. Pese a sus 38 años de edad, el murciano sigue incombustible, y es favorito en toda clásica o carrera que se le ponga por delante.

Quiso el Movistar, conocedor de que días adversos como el de ayer rompen a sus gregarios, castigan a sus líderes y cuestionan la victoria final, que De Gendt fuera madurando y sobre todo fuera desgastándose a las puertas de la etapa reina de La Molina, la única llegada en alto de la Volta debido a la suspensión de Vallter 2000 por viento huracanado -hubo rachas de hasta 100 kilómetros por hora cuando los ciclistas competían-.

En el túnel de Collabós, a 13 kilómetros de la llegada, Simon Yates, uno de los dos gemelos del Mitchelton australiano (su hermano Adam se dio un tortazo tremendo a poco de la meta) trató de sorprender al Movistar tras responder a un ataque previo de Dan Martin. Pero como si fuera un delantero y Nairo Quintana su marcador, el colombiano arrancó con él. Si capturaban al belga y llegaban fugados, el ciclista colombiano, compañero de Valverde, siempre sería el líder de la Volta. Todo atado y bien atado para el equipo de Teléfonica y para un Valverde que, como el día de perros que lo acompañó, actuó con la mente tan fría como el cuerpo, pensando en la victoria final, que se decidirá en próximas etapas.