"El me golpeaba realmente fuerte", relata la extenista Jelena Dokic, refiriéndose a su padre, en su autobiografía. La australiana de origen croata se alejó de las pistas a causa de una depresión, la que le causó el maltrato de su progenitor. Ahora, con 34 años, ha publicado un libro en el que explica con detalle cómo fueron esos abusos que, "básicamente empezaron desde el primer día que jugué a tenis", realta. "Desde ahí continuó y se salió de control", confiesa.

La peor derrota

Según explica Jelena, su padre, Damir Dokic, ejercía un control total sobre ella, abusandola física y verbalmente. Por eso, después de años de control, cuando se alejó del tenis también lo hizo de él. Era una forma de alejarse del dolor, aquel que le había provocado el maltrato continuo desde los 11 años.

La extenista relata que su padre le escupía en la cara, tiraba de sus pelos y orejas y pateaba sus espinillas. Perder era una tortura, y no solo por la derrota. Damir Dokic no soportaba que su hija no ganara y abusaba de ella tras las derrotas. Cuando fue eliminada de las semifinales de Wimbeldon le prohibió dormir en el hotel. Entonces, el árbitro del torneo, que se la había encontrado en la sala de jugadores a las 11 de la noche, le consiguió una habitación.

Federación indiferente

En el año 2000 se produjó el abuso más fuerte. Dokic padre golpeó fuertemente a su hija y la dejó inconsciente. "El golpe en la cabeza me hizo caer y, mientras estaba tendida en el suelo, comenzó a patearme. Me pateó cerca de la oreja y mi visión se volvió borrosa", relata la extenista en su autobiografia.

Pese a todo, la federación australiana de tenis no hizo nada para proteger a su deportista. En un comunicado, la organización explicó que hubo quejas a la policía pero "sin la colaboración directa de los protagonistas era imposible adelantar una investigación en profundidad". Esta actitud distante dolió a Jelena, que acabó criticando a su propia federación.

Y es que, pese a que su padre fuera marginado del circuito por los escándalos que protagonizó e, incluso, fuera condenado a prisión por amenazas y posesión ilegal de armas, nadie pensó en ella. Nadie pensó en defenderla.