Un pequeño colegio, el centro de Educación Especial Manuel Benítez, de Aprosub, se hace grande por muchos motivos: 10 alumnos que «son verdaderos ángeles, no tienen envidia, no son negativos, se esfuerzan, evolucionan». Así lo afirman dos profesionales que tienen entre sus brazos a Manuel y a Álvaro. Y grande porque sobra el cariño que se traduce en profesionalidad llena de ternura, donde no faltan besos y achuchones. El colegio ha abierto sus puertas de cara a la matriculación del próximo curso. En este curso, un total de 7 profesionales atienden tres clases con la colaboración de los padres, según indica Laura Calero, directora de Aprosub. Destaca que se trabaja de una forma integrada y cuenta que «el fisioterapeuta tiene su labor incorporada en clase». María José, Irene, Teresa, Patro y José María relatan que la rutina del cole comienza como todos, a las nueve de la mañana. El centro matricula alumnos de 3 a 21 años. Dicen que son actividades propias del proceso de aprendizaje, con sus áreas de formación básica obligatoria e incluye tareas educativas tan importantes como limpieza bucal y sentarse a la mesa a comer, el centro dispone de comedor, aunque precisan que «apoyo de forma activa».

El color, en clase y el patio, precedido por maceteros, reciclados con neumáticos y preparados por clientes de Aprosub, no falta en este colegio, donde se habla bajito.

Durante el recreo, mientras los profesionales juegan con los más pequeños, interactuando, el joven de Lora del Río Francisco José Cañas Blay no esconde su orgullo al contar que es el responsable de reciclar el papel. Confiesa que «le doy al lápiz» y no oculta que «me gusta salir». Por cierto, no olvida que necesitan recuperar el gimnasio y furgonetas «que están muy viejas».

En las instalaciones de Aprosub, donde se ha iniciado una profunda remodelación, trabajan 35 profesionales para 85 clientes, en residencia están 30 personas. Desarrollan planes de ocupación y empleabilidad, en el centro desde jardinería a mantenimiento, o como Jesús en la centralita, que nos despide telefónicamente diciendo «gracias a usted por llamar», sin olvidar el nombre, en este caso Elisa.