Hace ya unos años este apunte en la Crónica de Palma del Río hacía referencia a nuevas formas de esclavitud en el siglo XXI. Ahora se ponen los pelos de punta al pensar que ya no son nuevas porque parecen instaladas en un escenario laboral que se quiere desvirtuar para conseguir dinero de forma rápida. Una estructura que usa al trabajador, da igual su nacionalidad de origen, dañando de forma directa el bienestar de muchas familias, y oradando el pilar de la economía de un territorio. Daños que pagará todo el sector, desde el agricultor, al comercializador, el consumidor, al trabajador y la imagen de un producto que es seña de identidad desde su indiscutible calidad.

Los hechos denunciados no tienen nada que ver con malas prácticas. Se habla de sueldos de 180 euros al mes, 17 personas compartiendo habitación, baño y colchón, agresiones físicas, verbales y sexuales, ¿le ponen nombre?-