Tal día como ayer, de 1982, se produjo la victoria socialista por mayoría absoluta en unas elecciones generales, las del cambio, que para algunos analistas representan el final de la Transición democrática, dado que llegaba al poder un partido que había estado entre los perdedores de la guerra civil. La Alianza Popular de Manuel Fraga, si bien con la denominación de Coalición Popular por su pacto con otros grupos políticos, superaría el centenar de escaños, a partir del hundimiento de UCD, ya sin Adolfo Suárez, que concurrió con las siglas del CDS, pero solo obtuvo 2 escaños, se ve que el prestigio de aquel presidente se ha consolidado luego, ya que entonces no parecía que los españoles confiasen demasiado en su propuesta política. Otro de los partidos que se hundió fue el PCE, pues consiguió 4 diputados (tenía 23). Otra fuerza desaparecida del Congreso, y no ha vuelto, fue la de los andalucistas, mientras que los grupos nacionalistas de catalanes y vascos se consolidaban con su grupo parlamentario. A la vista de la evolución posterior del parlamentarismo español, hay autores que han señalado cómo entonces nacía el «bipartidismo imperfecto», dado que en el futuro habría alternancia entre socialistas y populares en el poder, aunque sin confundirla con el turnismo de la Restauración, como a veces hacen algunos de manera equivocada, o mejor habría que decir interesada.

Vine al caso este recordatorio porque dentro de pocos días se inicia la campaña electoral, me refiero a la oficial, porque la otra ya lleva algún tiempo. Por lo que nos dicen las encuestas, y por los resultados de las últimas convocatorias electorales, parece que el resultado no se parecerá al de hace treinta y siete años, no obstante, parece que el bipartidismo no era tan imperfecto, pues los dos grandes partidos nacionales, PSOE y PP, se mantienen como los primeros en apoyo popular, y ninguna de las fuerzas aparecidas dentro de su espectro político van a superarlos. Existe una diferencia significativa con respecto a 1982: entonces la extrema derecha no tendría representación parlamentaria y casi estaba desaparecida, al margen de sus manifestaciones en fechas muy concretas. Ya sé que el ciudadano no vota mirando por el retrovisor, es decir, con la vista puesta en nuestra historia reciente, por ello sería necesaria más pedagogía por parte de los partidos políticos a la hora de dar a conocer sus propuestas, y sobre todo qué contienen de cuanto ha sido su pasado como partido, o al menos su opinión en relación con nuestra historia reciente.

A mis alumnos solía explicarles, quizás incluso lo habré contado en estas páginas, que mi dedicación a la historia tuvo su punto de arranque en aquel profesor de esta materia que en el instituto nos dijo que su objetivo era que aprendiéramos a pensar, cuestión que años después descubrí en Machado y en la Institución Libre de Enseñanza, así como que el origen de esas consideraciones estaba en Kant. Por tanto, de cara a las elecciones, mi consejo para quienes no hayan decidido su voto (no es mi caso) es que observen a aquellos candidatos que ofrezcan propuestas alejadas del manual de campaña, que se dirijan a ellos mediante la exposición de argumentos racionales, no mediante ocurrencias capaces de generar titulares ni a través de planteamientos que con un mínimo contraste sabremos que son falsos. En definitiva, sería como seguir el consejo del historiador Pierre Vilar en su respuesta a una pregunta sobre ciertos referentes de la reflexión histórica: «Yo creo..., bueno yo pienso, hay que cuidarse mucho del ‘yo creo’: siempre he dicho, y lo decía también Vicens Vives, que lo que crea un señor me tiene sin cuidado; lo que sepa, en cambio, sí me importa; lo que razone y cómo razone, desde luego». Azaña también utilizó palabras muy parecidas.

* Historiador