Muchos investigadores, incluso yo mismo he admitido, que la Yeguada Real creada por Felipe II en Andalucía, tuvo yeguas además de en Córdoba en las dehesas de Jaén y del término de Jerez. Sin embargo, documentalmente se ha comprobado que solo existieron caballos y yeguas en las dehesas cordobesas. El origen de este error puede provenir de haber tomado como hechos la cédula de Felipe II proclamada en 1567 sobre Instrucciones de las caballerizas de Córdoba y yeguas de su magestad, donde se pormenorizaba (al detalle) el proyecto de la creación de las Caballerizas Reales de Córdoba. Este consistiría en seleccionar una cantidad importante de yeguas en Andalucía para alojar 600 de ellas en las dehesas del reino de Córdoba, 200 en el de Jaén y otras 400 en tierras de Jerez.

Además, para comprender mejor este error, cabe reseñar que durante la década de los años setenta del siglo XVI se dieron pasos importantes para realizar aquel mandato real. Así en diciembre de 1571 el corregidor de Jaén había aprobado el acotamiento de dos dehesas donde alojar las 200 yeguas del rey, y en marzo de 1572 este mismo corregidor comunicaba al rey haberse realizado los trabajos de deslinde y amojonamiento en las dehesas señaladas: «El baldío camino de Baeza» como dehesa de invierno y «el Hoyo», «los Collados altos y bajos» y «Cabañeros» como agostaderos y dehesas de verano. A finales del año 1572 fueron nombrados dos guardas para las dehesas amojonadas y se eligió a Pedro de Berrio Mexia (jurado en Toledo y hombre de la confianza del rey), a las órdenes de don Diego, como encargado de las yeguas, emitiéndose para él una consignación como sueldo de 50.000 maravedís anuales que cobraría a partir del momento que llegaran las yeguas a aquellas tierras.

Otro tanto ocurrió en Jerez, pues por las actas capitulares del primer semestre de 1572 se conoce la preocupación que despertó en los miembros de su cabildo la anunciada llegada a aquellas tierras de las yeguas del rey. Su concejo como argucia dilatoria utilizó la demora del nombramiento de los caballeros diputados del término encargados del señalamiento de las requeridas dehesas. Y como tampoco dicho señalamiento era realizado por el corregidor (Cristobal Pacheco), fue el mismo rey quien eligió y señaló como los lugares más apropiados para alojar las 400 yeguas previstas, a las dehesas de dos valles de la Sierra de Tempul. Los jerezanos, entonces, interpelaron abiertamente al rey sobre los inconvenientes que reportaban el uso de aquellas tierras para alojar sus yeguas, pues «la sierra de Tempul» figuraba como «propios de Jerez» y ello acarreaba la pérdida de pastos para el aprovechamiento de los ganados locales.

Pues bien, en mi opinión, nunca llegaron a pastar las yeguas del rey en las dehesas de Jaén, ni tampoco en tierras de Jerez. Como confirmación a esta rotunda afirmación, debo señalar, entre otras, lo siguiente: a) se ha constatado que en 1578 se produjo un desajuste en la contabilidad de la contaduría de las Caballerizas de Córdoba, por no haberse gastado 5.000 ducados librados por el rey para la adquisición de yeguas para Jaén; b) en septiembre de 1581, nueve años después del amojonamiento de las dehesas en Jaén, Felipe II concedió a Pedro de Berrio 200 ducados en reconocimiento a los servicios prestados y en compensación al sueldo que no pudo percibir; c) tampoco parece llegaron a pastar las yeguas y potros del rey en las dehesas jerezanas, pues no se conoce ningún documento que así lo acredite. Por otra parte, la insistente propuesta de don Diego sobre concentrar la cría caballar del Rey en Córdoba, debido a las reticencias y desconfianzas mostradas por el caballerizo hacia terceros, así como por las propias preocupaciones de Felipe II, en aquellas fechas, por los asuntos de Portugal y Países bajos, hicieron desarrollar solamente en Córdoba la Yeguada Real, haciendo desistir al rey de su original y primitiva idea de configurar una gran yeguada en varios territorios de Andalucía.

* Catedrático emérito de la UCO