Sí. ¡Ánimo! ¡Ya queda menos! Total, el empacho de la Noche Vieja, el aturdimiento y los regüeldos del cotillón, y los antiácidos para la pesadez del roscón de Reyes. Luego, al régimen, al dentista, al gimnasio y al pitorreo de las promesas incumplidas. Y los últimos polvorones, rodando del aparador al cajón, del cajón a la cocina y de la cocina al estómago del nieto, que tiene en vez de barriga una trituradora. ¡Hijo mío!, ¿no sé dónde echas lo que comes? ¡Claro! Nosotros nunca fuimos de una época opulenta. No nos desesperemos; solo son unos más «bueno, la última copa», «el último turrón»... Pero en cuanto creamos que ya estamos libres, el Carnaval; luego, la Semana Santa; luego, «el mayo festivo», la feria, las vacaciones, la vuelta, San Rafael, los Santos... Y así. Una vida convertida en tragar y consumir. Es este no parar nunca. Y entre medias, el bodorrio, el bautizo, el cumpleaños o el santo. ¡Orgías de pastillas y retretes! Como decía mi abuelo: «El que se aburre es porque es tonto». Y, de vez en cuando, una película para maldecir el rato perdido, o una novela para tirar a la segunda página. Y en este continuum sin vivir, esta política de chimpancés, reinventándose a sí mismos cada día y reinventándonos a todos en esta jaula en la que nos han metido para que solo mastiquemos. Es el suicidio colectivo a base de ser una enorme boca que todo lo engulle. ¿Qué milagro nos sostiene en pie como personas y como país? Porque no me negarán que seguimos vivos por el milagro nuestro de cada día, santificados por lo que todos somos: trileros, pillos, pícaros, cuentistas, parlanchines, vividores, masoquistas, mentirosos, truhanes, vagos, pendencieros, zascandiles, zaragateros, lázaros y ciegos, lanzando brindis al sol, poniendo cada mañana una vela a Dios y otra al diablo, haciendo de la capa un sayo, confiando la vida al azar de un boleto o una quiniela. Siendo así, ¡cómo vamos a correr a gorrazos a quienes nos engañan, nos malean y nos timan!; ¡cómo vamos a acusar de ladrones a quienes intentamos timar!; ¡cómo vamos a tomarnos en serio a nosotros mismos si nos reímos de los honrados que trabajan, que pagan una deuda, que devuelven un libro y llegan puntuales a una cita; si mandamos a un rincón a los que cumplen, a los que hacen bien las cosas!

* Escritor