Se ha convertido en viral un vídeo de la televisión danesa TV-2, que traducido viene a ser Todo lo que compartimos, y del que circula también una versión subtitulada al español en Youtube. Vale la pena echarle un vistazo.

Con una sencillez aplastante, el montaje presenta a grupos de ciudadanos bajo las etiquetas a las que nos sometemos en cada sociedad sin ningún espíritu crítico: los que nacieron en este país, los que vienen de fuera, los trabajadores, los ricos, los que no llegan a final de mes... los nosotros y los otros. Pero, casi como si fuera una broma, se les pide que salgan de sus respectivos grupos a un escenario común según fueran los que «hacían el payaso en clase» o, también entre risas o sonrisas nerviosas, los que son padrastros, los que creen en la otra vida, los que han visto un ovni, los que sufrieron móbbing, los que tuvieron sexo la semana anterior, los que tienen el corazón roto, o los que se sienten amados o solos... Los gestos de desconfianza hacia los otros grupos, que se veían en principio del vídeo, cambiaban al final de este pequeño, gráfico y realmente emocionante experimento sociológico.

Hacía tiempo que no veía como un argumento tan simple como demoledor recuerda «todo lo que nos une», que es mucho más importante que aquello que damos por hecho y que nos separa.

Y da mucho que pensar porque... ¿Por qué debe de pesar más si uno nació a un lado u otro de un muro que las aficiones comunes, nuestros comportamientos o nuestras propias experiencias vitales? ¿No es todo ello más importante y marca muchísimo más nuestras vidas? Todo un alegato a desconfiar de las etiquetas y de quienes hacen de ellas su bandera, sobre todo, una brutal crítica a esa tendencia que parece estar volviendo loco al mundo en estos días de organizarse y actuar ferozmente en la política y hasta en la vida cotidiana según unos valores que son tan arbitrarios como cualesquiera otros y, posiblemente, iguales de poco importantes y hasta estúpidos.

Quizá solo existe un nosotros.