Ahora que hemos pasado el primer tramo de la «nutrida» Navidad, vamos a por el segundo para rematar con la traca final de los Reyes Magos. Unos magos que parece han hecho este año escala en Baréin. Oro, incienso y mirra llevaron los de verdad, la amarga mirra de Baltasar que anunció los padecimientos futuros del recién llegado como redentor de la humanidad. Veremos estos.

Queda poco para acabar un año cargado y cargante, hasta la saciedad. El rey dio la otra noche un buen discurso, en el que a modo de resumen nada dijo en concreto y lo dijo todo de manera tan elegante como contundente: Constitución.

Se nos va el año de las elecciones, múltiples y de resultados tan lamentables como para llegar al 2020 con un desgobierno que no es peor que si hubiera gobierno de pactos infumables. Sánchez ha mentido a quienes, en un ejercicio de responsabilidad de izquierdas y ante el irrefrenable avance de la ultraderecha, lo votaron con la nariz tapada y creyendo sus palabras sobre el «no pacto», para anunciarlo al día siguiente. Mirra para el.

Acaba el año de la conciencia generalizada sobre el cambio climático. Bienvenido el inicio de una nueva forma de pensar y de sentir sobre el grave peligro que nos acecha. Incienso para nuestras conciencias.

Termina el año en el que nos ganó la Princesa de Asturias con un discurso multicultural y lingüístico que nos dejó con la boca abierta. Oro para ella como el que le llevaron a Jesús en reconocimiento a su realeza, porque tal vez sea ella y su reinado en clave femenina la única manera de frenar el retroceso de una institución en decadencia. Me apunto al reinado de mujeres listas y preparadas y con Leonor no haré la excepción.

Se acabó el año del inaguantable procés. El verdadero drama actual es el de una sociedad dividida en la que ahora también se manifiesta la otra mitad que, con su anterior silencio, provocó --y no lo digo como crítica-- que los otros creyeran que solo existían ellos. Mirra, segura.

En Córdoba el año termina con luces, muchas luces, alguna sombra oculta que nadie sabe qué esconde y un nuevo gobierno municipal hasta con su bombilla estridente; una ciudad donde, en realidad, nunca pasa nada más allá de la Semana Santa y los patios, donde cambian los nombres pero no las realidades, en la que vamos de la Mezquita a la Catedral, del Córdoba CF a las unidades productivas, de los tiesos a los jeques... y vuelta a empezar, y en donde el único soplo de aire fresco fue Rosalía y su mal querer, un mal querer del que aquí sabemos un rato. Oro para otra reina.

* Abogada