A modo de canción del verano espero abrir una veda donde lo que prime y se repita hasta la saciedad sea lo que nos hace falta, ¿y el árbol, ‘pa’ cuándo? Como en todo organismo vivo cuando se está enfermo de alguna cosa aparecen síntomas, la tos no deja de ser un síntoma de un problema en los pulmones, y las manchas en la piel dan el aviso de un posible fallo renal, pues una ciudad es como un organismo vivo, donde tenemos nuestras arterias, venas, pulmones, cerebros, etc. En Córdoba llevamos décadas padeciendo un síntoma que para muchos pasa desapercibido ya sea o bien por la apatía propia del cordobés, ya sea por una falta de educación medioambiental o por la existencia de intereses de diversa índole ocultos en esta ciudad, ese síntoma es la acuciada pérdida de elementos arbóreos. En la semana de feria se produjeron varios incendios provocados en la ciudad. De esos incendios derivó, aparte de la perdida de material mueble urbano, la pérdida de árboles, los cuales siguen en pie alzados cual escultura dedicada a la muerte, una alegoría ennegrecida, yerma y sin vida a la importancia que se le da por parte de este Consistorio a este problema que padecemos. Los contenedores fueron repuestos, los arboles no.

Escribo estas líneas para intentar no llamar la atención de esa gente que lleva décadas sin importarles los árboles en Córdoba. Total, qué aporta un árbol aparte de bienestar, oxígeno, depuración del aire, bajada de la temperatura, sombra, calidad de vida y mejora de una ciudad... si no para ver si hay conciudadanos a los que les duele en el pecho como a mí cuando ven un árbol quemado, un árbol desmochado, un alcorque tapado con cemento o cómo tenemos que esperar 15 minutos en una parada de autobús a 45 grados no por gusto, sino para trabajar, lo que ellos no hacen.