Para saber si un partido cumplirá o no con su programa, basta con echar un vistazo a la longitud del mismo. Cuantas más innovadoras, revolucionarias propuestas, leyes y medidas promocione, menos cumplirá con su palabra. Y es que la española y, según mi experiencia desde dentro, la andaluza, es una sociedad de «vamos a», «tenemos que» y «ya te llamo»: parole. A mí una persona que no consuma sus proyectos ni a la de tres no me ofrece ninguna confianza. La impuntualidad, por ejemplo, me parece el Gran Pecado Capital de nuestra alabadísima cultura mediterránea. Sin excusa. Porque es tan fácil, simplemente, no asegurar lo que no tienes intención de o no puedes llevar a cabo. Pero el español o andaluzo o andaluza tiende a quedar bien con todas y a decir sí cuando es no.

Hechos: yo he quedado ya con cuatro fontaneros, uno detrás de otro, perjuradores del «ya te llamo yo mañana». No he vuelto a saber de ninguno. Llevo como unos diez «interesados» en comprar tal o cual cosa, los cuales, invariablemente, aseguran se pasarán mañana. Y ni espero. Cifras. Hechos. Lo demás es política.

En una tierra de informales, la puntualidad y la seriedad carecen de valor y hasta incordian. En serio; me pierdo en esta dinámica. ¡Me acosan con obstáculos cuando pretendo cumplir lo que proyecté el día anterior! «Bah. Relájate. Tómate algo». Aquí en el sur se estila un verbo llamado «encartar». Quizir: tú te pierdes, te escapas, eludes a tal o cual persona o negocio para quedarte bebiendo cerveza o tomando tapas con el compañero tal y la amiga cual, y luego te justificas con un «es que, encartó así», y así queda. Pero te indignas, oh sí, porque pillaron al senador Fulanito roncando, con la boca abierta en su caro sillón. Para ti el crimen del político es mayor, porque juega con lo público y se come tus ilusiones. ¿Y tú, so mamón, cuándo tienes pensado terminar lo que nunca empezaste? ¿Para qué votas?

* Escritor