En el presente año se cumplirá el centenario de varios acontecimientos relevantes para la historia de Europa. Algunos nos pueden servir de referencia, en particular los sucedidos en Alemania, cuyo fracaso en la Primera guerra mundial tuvo una consecuencia política: la proclamación de la República en noviembre de 1918. El Partido Socialista (SPD), se convirtió en la fuerza política clave, al encabezar un gobierno republicano, presidido por Friedrich Ebert, donde predominaron las posiciones reformistas, lo cual dejó sin efecto, o al menos contrarrestó, la actuación de los Consejos de obreros y soldados, nacidos a imitación de los soviets rusos. En enero de 1919 asistimos a la revolución espartaquista, que finalizó con el asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, también se convocaron las primeras elecciones para una Asamblea Constituyente que comenzó sus sesiones en febrero en Weimar, elegida por ser la ciudad de Goethe, para que se convirtiera en el símbolo de la nueva Alemania. Weimar es un símbolo para la historia de Europa, pues allí se aprobó la Constitución de Weimar, y muy cerca estuvo uno de los campos nazis, el de Buchenwald, lo mejor y lo peor de Europa, como dijo Jorge Semprún.

En aquellas primeras elecciones el SPD obtuvo 165 escaños (de un total de 421), por lo cual tuvo que buscar apoyo en otras fuerzas políticas más conservadoras para gobernar. Así fue como nació la denominada «coalición de Weimar», formada por el SPD, el Zentrum (católico) y el partido del Progreso, que se transformaría en Partido Demócrata (DDP). En febrero de 1919 Ebert fue elegido presidente de la República, y se pusieron en marcha los trabajos para elaborar una Constitución que la Cámara aprobará el 31 de julio, y que fue promulgada el 11 de agosto. Aquel texto constitucional significó la introducción de un nuevo modelo político en Europa, e influirá en otros países, entre ellos España en 1931. En el año de su centenario, pues, recordemos que la Constitución de Weimar reconocía la igualdad de hombres y mujeres en el derecho de sufragio, establecido tanto al regular el procedimiento de elección de los diputados como en la parte donde se recogían los derechos fundamentales: «Hombres y mujeres tienen por principio los mismos derechos y deberes políticos»; también se daban pasos hacia la igualdad en lo tocante al acceso a la función pública: «Quedan derogadas todas las excepciones que afecten a los funcionarios femeninos». Alemania sería un Estado laico, al afirmar que no había religión oficial. Pero sobre todo es destacable el reconocimiento de derechos sociales en el ámbito educativo y en el laboral. En lo tocante a la educación, se establecía una enseñanza obligatoria «para todos», con una etapa inicial de ocho años y otra complementaria hasta cumplir los dieciocho, y con algo muy especial: «La enseñanza y el material escolar son gratuitos en las escuelas primarias y en las complementarias». Se daba prioridad a la enseñanza pública, en la cual «se procurará no lastimar los sentimientos de aquellos que piensen diferente» y se consideraban como obligatorias las enseñanzas «de la ciudadanía y del trabajo».

En el ámbito de la organización política, además de contemplar la existencia de dos Cámaras y la estructura territorial basada en los Länder, resalta el papel del presidente, elegido mediante sufragio directo, y al cual se le asignaban amplios poderes, lo cual ha servido para que un sector de la historiografía defendiera que algunos de los elementos de la Constitución de Weimar fueron una de las causas que permitieron el ascenso de Hitler al poder y el final de la República, pero conviene tener presente estas palabras de Claude Klein: «Ninguna Constitución hubiera permitido vencer una situación de crisis como la de Alemania en 1930-1932».

* Historiador