El próximo día 26, cuando los cordobeses nos hallemos en los postreros festejos de este mayo florido y hermoso, volveremos a las urnas, a la más neta ceremonia de la democracia, para elegir a los representantes municipales y europeos.

Es tenido por cierto que los comicios locales, por la proximidad de los problemas a afrontar y la cercanía de los integrantes de las listas, tienen unas características que los diferencian de las otras consultas electorales. Lo que, a veces, se traduce en una mutación del sufragio anterior. Pero ese cambio en la correlación de las fuerzas políticas ahora nos parece improbable pues han pasado muy pocos días desde la celebración de las elecciones generales.

Lo que sí presentimos es que, al haberse diluido el pánico a los franquistas de Vox, tal vez la abstención crezca, lo que, según la opinión de acreditados analistas, perjudica más a las formaciones situadas a la izquierda. Aun así, tenemos el barrunto de que ese perjuicio, en las actuales circunstancias será mínimo pues, contrariamente a lo que difunden los perdedores del mes pasado, no estamos ante una segunda vuelta electoral. En principio, porque a las segundas vueltas, propias de algunos regímenes presidencialistas, solo están llamados los dos partidos que vencieron en la primera ronda.

Y, además, porque resulta improbable que los electores se comporten como veletas. Sería extraño que quienes no viven nublados por el sectarismo o por la necesidad de borrar el fracaso precedente, rechazaran, con la emisión del voto municipal, a un gobierno que está gestándose y del que no se sabe si actuará en coalición, sustentado por un gran acuerdo programático o en solitario, pactando a diestra y siniestra según lo necesite.

En fin, queremos cerrar este esbozo genérico con una reflexión municipal a dos bandas. La primera es que no debemos dar crédito a los candidatos que prometan puestos de trabajo a mansalva porque sus competencias son escasas en tan ardua materia que tiene fundamentalmente desolados a la juventud que cursó estudios universitarios y a quienes se fueron a la porra del paro trascurrida más de la mitad de su vida laboral.

La otra banda de nuestra reflexión es que en un momento de numerosos partidos, partidillos y grupúsculos, debería propiciarse el gobierno de la lista más votada. Ese ideal por el que tanto clamaron los conservadores y sobre el que no han vuelto a decir ni esta boca es mía desde que hicieron el pacto trillizo en Andalucía para presidirnos desde el soñado Palacio de San Telmo.

* Escritor