Las cosas se habían hecho bien. No se actuó a impulsos políticos, partidarios. Se constituyó una comisión de memoria histórica formada por profesionales, con preparación y responsabilidad; que decidieron, como era inevitable, quitar a la calle la denominación de Cruz Conde, que si era discutible y discutida en 1930, cuando un trío de intelectuales responsables acometió su supresión por la actuación del político bajo el paraguas de la dictadura de Primo de Rivera, hoy día, sabiendo que José Cruz Conde fue el muñidor del alzamiento franquista en Córdoba es incuestionable.

La calle pasó a denominarse Foro Romano, denominación más que justificada histórica y geográficamente, pues en parte discurre por donde estuvo aquel. Se trata de una denominación neutra desde el punto de vista político, sonora y grata.

Pero lo que es sonoro, grato y apolítico no gusta a la extrema derecha, que prefiere a estas alturas volver a rendir culto -no lo hay mayor en una ciudad que dedicar una calle o plaza a algo o alguien- al muñidor franquista. Córdoba no se merece que su alcalde encabece esta bárbara propuesta sin respetar los acuerdos de la comisión de memoria histórica, ni los de la corporación anterior.

Para que la población le respete, señor alcalde, es preciso que usted haya dado pruebas de respetarla; es preciso que rehúya actitudes y comportamientos de extrema derecha, que aunque están cerca no son los apropiados para una sociedad como la nuestra, conservadora pero no, de extrema derecha.

Para que se estropee todo no hace falta que venga Vox, basta con que ciertos individuos o grupúsculos tengan voz... Y vara de mando.

Dan ganas de empuñar una pancarta y echarse a la calle.

¿Ha pensado usted, señor alcalde, que si restituye la denominación Cruz Conde ofende seriamente la memoria de los tres mil fusilados por don Bruno?

Dese cuenta que el tema de las denominaciones no es un tema baladí, ni de juegos de palabras ni de cuestión de gustos. Es un tema muy serio y que como tal ha de ser tomado.

Y una vez madurado y decidido ha de tener vocación de perennidad. Los nombres de las calles deberían ser como las murallas. Respetados por los años de los años.

Los caprichos ediles no caben. Tampoco los gustos personales o preferencia del alcalde de turno, que no es el dueño de un cortijo, sino un servidor público. Nada menos. Y nada más.

* Escritor, académico, jurista