En el amplio ramillete de intervinientes que, en estos días, están ilustrando las páginas de los diversos medios de comunicación de nuestra ciudad ya es posible identificar un conjunto de círculos de opinión «cañeristas», «pemanistas», «cruzcondistas», «vallellanistas», «reydiazistas», en correspondencia con las propuestas problemáticas que tuvieron sitio en el debate de la Comisión Local de Memoria Histórica y que, posteriormente han pasado el trámite de la aprobación en el informe, aunque contaran con la oposición de algunos de los grupos municipales en el pleno celebrado el pasado día 13. Ello no quiere decir que no hayan faltado defensores a ultranza en algunos medios de algunos otros de los incluidos en el listado, pareciéndonos especialmente poco cívica la realizada sobre quien había desempeñado la jefatura provincial de FET y de las JONS en Córdoba así como otros cargos del Movimiento, esgrimidos en este caso, como méritos que justificaran el mantenimiento de su nombre en el callejero. Los demás, hasta un total de 15, parece que o no han tenido quienes los defiendan, o no les importan a muchos en comparación con los citados o, sencillamente, las razones que se han planteado por la Comisión, en estos casos, sí que podrían haber resultado convincentes. Por poner un ejemplo, parece tener poco sentido a estas alturas defender la existencia, en pleno centro de la ciudad, de una glorieta de los Artilleros, que no es otro sitio sino en el que se situaron las baterías que, por mandato de Cascajo, bombardearon el Gobierno Civil y, con ello, iniciaron la liquidación de la legalidad constitucional republicana en Córdoba, o de una calle de quien, en enero de 1937, se dirige a Córdoba en un acto presidido por el gobernador civil Marín Alcázar, en el que señala que, «en estos momentos se ha visto en el general Franco al indiscutible jefe del Estado español, al caudillo de las gloriosas tropas y como tal ha tenido nuestro cordial afecto, hemos estado siempre dispuestos a acatar sus órdenes, a servirle en la menor de sus indicaciones. Vitoreadlo, homenajeadlo, pero sobre todo orad por él que oráis por España» y, en fin, de algunos otros, testimonios como este, ¿merecen quienes así se posicionaron tener un reconocimiento en el callejero?

De cualquier forma, en la mayor parte de los alegatos que hemos tenido ocasión de analizar y esgrimidos por diferentes articulistas, cuando se exponen las correspondientes defensas, rara vez se acude al núcleo fundamental de lo que ha motivado la propuesta de cambio del callejero: la vinculación de los titulares de las calles con el inicio y preparación del golpe de Estado y de la sublevación militar de 18 de julio de 1936 que provocara la Guerra Civil, o con la articulación de la dictadura franquista en sus primeros momentos, o la exaltación y defensa de los valores que representaba, incluso, para alguno de ellos, una cierta vinculación con la represión. Se diga lo que se diga, pensamos que tales «méritos» son contrarios al espíritu y a la letra de la Ley de Memoria Histórica y Democrática de Andalucía. Todos estos argumentos están reflejados en el informe y han sido ellos, solo ellos, los que han motivado la propuesta. Cada día aparecen algunos quienes, como mucho, se refugian en la teoría de la equidistancia para justificar ciertos posicionamientos lo que, a nuestro juicio, no explica nada: poco de la guerra en Córdoba, mucho menos del franquismo. El resto de criterios que se esgrimen para destacar los méritos de unos y otros, tales como los relativos a la modernización de la ciudad (Cruz Conde), sus posibles excelencias literarias (Pemán), su buen hacer como rejoneador (Cañero), los méritos como archivero municipal (Rey Díaz), su gestión al frente del franquista Ministerio de Obras Públicas (Vallellano), están incluidos en el tan denostado y, creemos, poco consultado informe de la Comisión, pero estos resultan poco relevantes para los objetivos de la ley de memoria de Andalucía.

Con todo el respeto que nos pueden merecer posicionamientos y testimonios, que aparecen estos días, relatos e, incluso, alardes de memoria, de la tan criticada por algunos «memoria histórica», nosotros como historiadores, con el mayor rigor metodológico y con la máxima honestidad profesional, hemos intentado hacer historia, poner en conocimiento de la ciudadanía y de sus responsables políticos lo que hemos conocido e investigado, es decir, hacer que nuestras argumentaciones estén presentes en el informe. Lo que suele ocurrir con el empleo de este tipo de alegatos parciales que hemos tenido ocasión de leer estos días, de planteamientos que no dirigen su mirada al núcleo duro del asunto que estamos analizando es que, insisto en ello y, por mi parte, punto y final, tal parece como si la verdad no importa a muchos.

* Catedrático de Historia Contemporánea. Miembro de la Comisión Local de la Memoria Histórica de Córdoba