En verano la gente suele aprovechar las vacaciones para salir de su vida diaria y, los que pueden, lo hacen cuanto más lejos mejor. Es la Ley de Homero. Visto en una perspectiva global, ese movimiento de masas parece una estampida que atasca carreteras y abarrota aeropuertos. Es alucinante. Incluso, si tienen una segunda vivienda en la costa o en la montaña, viajan a otras costas y otras montañas. Lo que importa es pirarse. Y, si no le han aplastado un terremoto o arrastrado un torrente o secuestrado un miserable de un país misérrimo, vuelven para contar lo bien que lo han pasado y dan, inevitablemente, envidia a los que se han aguantado con lo de todos los días, consolados con el ventilador y el cine de verano. Pero, cuando tratan de ponerse al día y ver qué ha pasado, pronto se dan cuenta que ni el vecino ni el país ha cambiado.

Pongamos en el hoy. Enciende uno el televisor ¿y qué se encuentra? Uno que quiere suicidarse invocando a Alá, otro que asesina a su mujer, un corrupto que confiesa su corrupción e implica a corruptos, unos desesperados que asaltan las vallas fronterizas, unos que quitan los lazos amarillos o cruces que plantan independentistas, un incendio aquí y otro más allá... La polémica sobre la exhumación de los restos de Franco te engancha.

¡Qué caso! Es el culebrón del verano, algo parecido al monstruo del lago Ness, pero más siniestro. El ogro en la gruta. Y lo que no se entiende es el por qué, si todos los partidos son demócratas como afirman, no todos están de acuerdo en que se respete la voluntad de la mayoría parlamentaria que decidió sacar esos restos y devolverlos a su familia. ¿Se puede ser demócrata y mantener un mausoleo faraónico a un dictador? No es una cuestión de derechas o izquierdas. Es una cuestión de coherencia democrática. ¿O es que la derecha española cree en el rédito político al defender ese símbolo del fascismo? ¿O es simplemente que siente una atracción fatal, irresistible, como las moscas ante los restos escatológicos de un animal? Dicen que es nuestra historia y que la historia a veces caga mierda... y que lo resuelva el Constitucional. ¡Uf!, el asunto huele mal.

Pero, ¿y después qué? Unos opinan que se deje como está y que vaya quien quiera. Otros, que se ponga una inscripción sobre la tumba que rece: Aquí yace un abyecto dictador. Otros, que se convierta esa cripta en el Auschwitz español. Y otros, más refinados, que sea como el cementerio Arlington, de Virginia (USA). Propuestas carentes de sentido. Ni aquello puede ser un santuario donde se venere la infamia, ni una barraca de feria, ni nuestro cainismo chapucero se aviene con la racionalidad genocida de los nazis alemanes, ni ese panteón troglodita ofrece la verde hierba donde tragarse una hamburguesa. Mi vecino del séptimo, más bestia, propone que se dinamite.

Y aquí estamos. Volviendo al pasado. Dan ganas de tomar el próximo cohete que salga de la Guayana francesa a otro planeta.

* Comentarista político