Si se aplican criterios periodísticos, también resulta apasionante seguir la noche electoral con el mando a distancia de la televisión. Claro que primero están las horas muertas hasta las 20.00, con la repetición hasta la saciedad de imágenes de líderes votando, informaciones con corresponsales a pie de calle dando cuenta de la normalidad en las votaciones, las anécdotas de siempre (monjitas de clausura ante las urnas, el primer pueblo en cerrar las urnas, etcétera) y las ruedas de prensa oficiales con datos de participación. Cuestiones importantes, claro, aunque solo para llenar los especiales informativos de radios y televisiones, porque al día siguiente en los periódicos y esa misma noche en las propias cadenas y redes sociales lo único que importa son los resultados y todas esas noticias del transcurso de la jornada electoral quedan viejas. Luego está ese semi-parón entre las 8 y las 9. Es cuando salen los sondeos a pie de urna a las 20.00 horas (cada vez menos, porque ya con que solo una cadena se gaste el dinero, las demás se apropian de los datos, citan una sola vez a la que ha pagado el sondeo y, el resto de la hora, como si las cifras no tuvieran dueño). Pero la auténtica fiesta del cambio de canal en TV comienza a las 21.00, con el cierre de los colegios electorales en Canarias. ¡Ahí sí que se puede zapear a gusto! Y, sobre todo, ahí sí que se aprecia que no todos los comicios son iguales. Por ejemplo, en la última noche electoral el pescado estaba vendido a las 11.00 horas, con los analistas en todas las cadenas derrotados porque nadie tenía ni pastelera idea de lo que va a pasar salvo las obviedades: el descalabro de Ciudadanos y el ascenso de Vox.

En las cadenas internacionales, los comicios en España eran la segunda o tercera noticia y hasta TVE1 adelantó su parrilla para dar paso antes de lo previsto a la película prevista: El hombre sin sombra, que no sé si tuvo algo de análisis electoral. Recuerden que se trata de un filme de un hombre invisible psicópata. Ahí lo dejo. Así que visto lo visto, continúo dándole al mando a distancia hasta aterrizar en Cuatro, que ya estaba con Cuarto milenio y, en apenas 5 minutos, en un reportaje sobre el norteamericano matrimonio Warren metió desde accidentes aéreos misteriosos hasta magia negra, muñecos poseídos por el diablo, objetos maléficos, espejos malditos, espíritus de niños, casas encantadas, decapitaciones, morgue, descuartizamientos, exorcismos…

Por supuesto, la noche electoral no había terminado. Aún quedaba La Sexta, en donde los programas sobre política empiezan a una hora pero nunca se sabe cuándo terminan. La canguro del hijo de Antonio García Ferreras y Ana Pastor tiene el cielo ganado. A esa hora, tras la medianoche, pasé a esa cadena para seguir los análisis de la jornada electoral y la incertidumbre creada. Y eso sí que daba miedo. Más que con el programa de misterio de Iker Jiménez. De hecho, al final me quedé frito en el sofá viendo Cuarto milenio, más a gusto y reconfortado que un niño chico. Y cuando en una noche electoral lo paranormal te inquieta menos que lo normal...

No debe ser bueno.

* Periodista