El lunes por la mañana un taxista me pregunta cómo he visto el resultado electoral. El taxista estaba indignado con los ciudadanos que no fueron a votar el domingo, casi el 35% de la población. Y especialmente con la clase trabajadora que no percibe la utilidad de votar, también con la estrategia de destrucción interna de los partidos de izquierda. No nos dejamos un lugar común como el que la derecha siempre está movilizada, la necesidad del voto útil en la izquierda, o las dudas de salir a quejarse a la calle cuando no habían pasado ni doce horas del resultado electoral. Los lamentos después de la «fiesta de la democracia» sirven poco, y la necesidad de valorar los aciertos de los vencedores y los errores propios debería imponerse en los partidos.

Pero es verdad que se consolida un modelo de democracia excluida, con unos nudos bien diferenciados donde la mayoría de los habitantes no vota: los suburbios de las ciudades caracterizados por su falta de recursos y derechos. Además de concentrarse ahí los problemas económicos y de desigualdad, sufren una severa exclusión política. La participación electoral es un mecanismo que puede corregir las desigualdades socioeconómicas. Y cuando un grupo no vota, los políticos no se interesan por ellos, ellos no se sienten escuchados y vuelven a abstenerse en las siguientes elecciones. Si bien uno de los requisitos definidores de la democracia es el de la participación activa e igual, no lo es como una obligación, sino como la posibilidad legal de hacerlo. Habrá que incentivar la posibilidad, porque la participación electoral es contagiosa. Los ciudadanos desconectados socialmente, que no tienen sentimiento de pertenencia a la mayoría, desconectados digitalmente con menores estímulos e información deben recuperarse para la gestión de los intereses de todos.

Y mientras tanto, la decisión está tomada, hemos elegido para un periodo de cuatro años, que muchos agradeceríamos que se cumpliera. La responsabilidad está en sus manos, y más que lamentarse, es el momento de influir y negociar. Pactar con quienes discrepas es acceder a la política adulta.

* Politóloga