Nunca me gustaron las excesivas reafirmaciones étnicas o territoriales. Y es que la pertenencia a una comunidad hay que llevarla con suprema naturalidad que al fin y al cabo es lo que enamora a los que se supone que están enfrente. Porque cuando se enamora al otro bando ya no hay nadie enfrente. La admiración es lo que derriba los muros de la desconfianza. Y para conseguirlo, hay que apelar a la discreción (¡qué bella es la discreción!). Sobre los gustos no hay nada escrito, pero nadie puede negar que en la discreción está la auténtica elegancia y si me apuran, la identidad más meritoria. Al elegante no le hace falta llamar la atención con extravagancias comunicativas o forzadas afecciones culturales o estéticas porque por donde pasa hay que mirarlo y mimarlo sin precisar letreros en la frente ni en el corazón. Por eso cuando contemplo incisivas expresiones o persistentes operaciones identificativas veo una especie de adoctrinamiento falso de papel moneda que siempre desemboca para beneficio de unos pocos que, apoyados por políticos sedientos de papeletas, se aprovechan de la ingenuidad de los necesitados. Pero cuando las reivindicaciones identitarias no consisten en descaradas particularidades que aumentan las distancias espirituales entre los pueblos, sino que aspiran a mostrar logros culturales dignos de ser repartidos entre la multitud para hacer el mundo más bello, aplaudo con un orgullo patrio. Hoy hablo una vez más de los gitanos que regalan cultura redonda sin principio ni fin como la rueda de un carro y que insisten semana tras semana en darse y darnos. Y me refiero a dos espacios de cadenas de radio que debieran de seguir retrasmitiendo eternamente como si fueran un grito divino de interculturalidad; una de Radio Nacional de España, llamada ‘Gitanos’ dirigida por los periodistas Joaquín López Bustamante y Manuel Moraga y el otro de Canal Sur Radio, dirigido por Amaro Jiménez Borja, Mar Moreno y el ilustre abogado, Juan Silva de los Reyes. Estas dos cadenas están consiguiendo dar categoría, o lo que es lo mismo, normalizar la denostada y por tanto equivocada imagen pública del pueblo gitano pues muestran sin soberbia que llevamos aportando idiosincrasia a España desde hace siglos; y sin contraprestación. Quizá sea hora de reformar la Constitución. Pero no en el sentido de modificarla para dar más independencia a autonomías que ya lo tienen todo pero que quieren más a costa de las demás, sino para aumentar la Carta Magna, aunque sea con un humilde articulillo más que dé rango a la que podríamos llamar la autonomía 18, la Gitana, siempre tan humilde pero que ha aportado tanta personalidad a España como las otras diecisiete juntas.

* Abogado