Con cierta frecuencia, disponer de unos días de descanso nos permite momentos para la lectura y la reflexión, posicionándonos en perspectivas diferentes a las que la rutina nos tiene acostumbrados.

No me negarán que, en lo que llevamos de verano, nos encontramos sumergidos en noticias que alimentan algo tan humano como el «miedo a morir» , sensación con la que profesionalmente me siento cercano. Una vez más, permitidme la confianza y compartir con vosotros la conclusión a la que he llegado: estamos vivos de milagro.

Partiendo de que somos -desde el punto de vista biológico- únicos e irrepetibles, y fruto del azar para unos o de la providencia para otros; también es aleatorio el lugar donde la cigüeña nos deposita para emprender el viaje de la vida.

Algo más de 370.000 niños y niñas nacen a diario en el mundo. Lo más probable es que nos hubiera tocado nacer en Asia o en África (pues acumulan el 70% de la natalidad mundial). En estos lugares, sobrevivir a la primera semana de vida y hacerlo con nuestra madre se convierte en el primer milagro (según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada 11 segundos muere un niño al nacer o su madre en el parto.

Comenzamos la infancia, una etapa cargada de energía, ilusión aprovechada para el aprendizaje y el juego, el duro trabajo o la guerra, en caso de que la rueda de la fortuna así te lo hubiera asignado. Segundo milagro , sobrevivir a esta etapa. Según Unicef, 6,8 millones de niños mueren todos los años antes de llegar a los 15 años, siendo las infecciones la causa más frecuente. De nuevo el azar decide: «Tú sí, tú no».

Si hemos sido afortunados, viviremos la etapa que sigue, la adolescencia, tramo cargado de cambios y de una tremenda energía potencial social y personal. El desarrollo de valores superiores como la libertad y la lucha por mejorarnos y mejorar nuestro entorno. Se produce el tercer milagro . Esta fase moviliza y lleva a una parte importante de los jóvenes a desplazarse en búsqueda de oportunidades en un «mundo mejor». Unos lo harán en algún medio de transporte más o menos seguro y con pasaporte, otros caminando o en patera. Según Acnur, existen 70 millones de personas desplazadas, sobreviviendo solo unos cuantos a enfermedades, penurias y mares. Algunos otros no realizan su sueño y deciden, cada vez con mayor frecuencia, voluntariamente finalizar su viaje (INE: 200 personas intentan suicidarse todos los días, poco menos de 4.000 lo consiguieron el pasado año en nuestro país.)

Como auténticos supervivientes, consecuencia en gran medida del azar, afrontamos la etapa de la madurez, donde las llamadas enfermedades no transmisibles, como las cardiovasculares o el cáncer, nos sitúan ante un cuarto milagro , cumplir años a partir de los 50. De nuevo, una existencia determinada por factores que se escapan a nuestra elección como es la carga genética, unido a diferentes factores ambientales -muchos de ellos desconocidos aún-. A lo largo de la vida, nuestro ADN acumula daños genéticos y algunos de ellos, nuevamente dependiente del azar, determinarán la aparición de un cáncer o una enfermedad degenerativa, propia del envejecimiento al que de manera milagrosa hemos llegado.

Los acontecimientos recientemente vividos están haciendo que el miedo a perder algo -que de manera azarosa o providencial poseemos-, por cierto, solo por un tiempo limitado, la vida, está desplazando la ilusión por vivirla.

Así que, aunque solo sea por aquellas personas en las que el milagro no se hizo, cuidemos de ella y, cómo no, disfrutémosla.