Todo en la vida es o debiera ser pasión. Y el fútbol no digamos.

Durante los últimos meses hemos vivido en Córdoba y en nuestro Cordoba CF una situación muy complicada. El equipo de nuestra ciudad estaba roto, destruido, en descenso técnico y abocado sin remedio a caer en el profundo pozo de Segunda B.

El primero --y único-- que creyó en él fue nuestro presidente, un tal León que poseido por un sueño inalcanzable a fuerza de soñarlo ha hecho realidad estar donde hoy estamos. Ya lo dijo, «mientras que las matemáticas no fallen, ahí estaremos», y lo que nadie sabía es que las matemáticas también se rinden a la pasión.

Detrás, todo un equipo de valientes desde el primero al último, que en el rincón más escondido del campo, desde cualquier ángulo del vestuario y hasta en el sillón más alto, empezaron a creer como él... ¡Y de qué manera!

Hemos pasado frío en Zaragoza, y también en Soria, y desazón por ver dónde estábamos; hemos querido morir en Tenerife; nos hemos consolado con empates reparadores como el de Pamplona solo aderezado con los inigualables espárragos de Tudela; ¡hemos muerto tantas veces en casa que lo suyo es olvidarlo!

... Pero de nuevo nos poníamos en pie con más fuerza todavía !; hemos vencido en Alcorcón... ¡y lo hemos pagado!; hemos creído en los milagros en Vallecas --¡y de qué manera!--; hemos recobrado la ilusión con victorias en nuestro Arcangel que marcaron otro rumbo...Y hemos ido hasta Reus para certificar que cuando se llega tan lejos desde tan abajo solo puede obtenerse, aunque sea en el último minuto, la recompensa que los hados del Olimpo tienen reservada a los que creen, y a nuestro «mago» Aythami.

Risas, llantos, frío, desazón, ilusión de nuevo, golpes bajos, horas de recorrido, carretera, más vueltas, más kilómetros, de nuevo levantarse, caer, resistir, soñar, creer... Y llegar a la final.

Lo importante, dicen, es el camino recorrido, es verdad, por todas estas razones y muchas más que harán historia, pero sin embargo aún queda lo más importante: llegar a la cima, una cima épica que solo de nosotros depende.

Por eso, no se equivoquen, hay que ganar el partido de mañana, un partido en el que la afición debe ser la pieza clave que en el Estadio del Arcangel devuelva a nuestro presidente, a San-Doval y a nuestros jugadores la energía, el ímpetu y la fortaleza con la que nos han traído hasta aquí cuando nadie lo esperaba.

¡Vamos, valientes! ¡Ahora es el momento!

* Abogada