El 23 de mayo de 1982 se celebraron las primeras elecciones al Parlamento andaluz. Mucho se ha escrito acerca de aquellos comicios, tanto por la rotunda victoria de los socialistas, como porque fueron el preludio de lo que ocurriría unos meses después, en octubre, en toda España. Entonces la participación fue del 66,3%, algo baja, sobre todo si consideramos que era la primera vez que los andaluces éramos llamados a las urnas para dotarnos de instituciones propias, aunque el paso del tiempo no parece haber cambiado nuestra actitud, ya que en las últimas, de 2015, el porcentaje alcanzado fue del 62,5. Y esta cuestión debería ser una de las que ocupara a las formaciones que van a concurrir en la urnas el próximo 2 de diciembre, me gustaría que hablaran de cuáles son los motivos que explican ese desinterés de los ciudadanos por participar en un acto como el de votar, que es considerado clave dentro del funcionamiento del sistema democrático. En aquella ocasión la Confederación de Empresarios Andaluces desarrolló una agresiva campaña, contra el PSOE en particular y contra la izquierda en general, lo cual provocó justo el efecto contrario del pretendido, pues se tradujo en el rechazo a la derecha, identificada con la organización empresarial.

En esta precampaña el PP vuelve a cometer errores de un carácter parecido, como pudimos comprobar por el revuelo que formaron las declaraciones de la exministra de Agricultura acerca de la formación de los escolares andaluces en comparación con los de Castilla-León. Por otra parte, desde Andalucía los dirigentes populares también se equivocan con determinadas intervenciones. Paso por alto lo de ir a la puerta de un club de alterne, porque me parece más significativo que unos días después se trasladaran al lugar en el que se tomó en 1974 la denominada «foto de la tortilla». El objetivo del dirigente popular era que tomáramos nota de lo que han protagonizado aquellos jóvenes socialistas en los años transcurridos desde entonces, sin embargo no cayó en la cuenta de que eso retrata a su partido, pues cabe afirmar que si bien sabemos qué representaban aquellos jóvenes en aquel momento del final de la dictadura, así como cuál era su actividad política, sin embargo ¿dónde estaban entonces los que luego serían dirigentes de Alianza Popular o del Partido Popular? Todos conocemos la respuesta, y eso es un lastre que aún no ha conseguido soltar la derecha en Andalucía. Cuantas más intervenciones de ese tipo realicen en el PP, más apoyo recibirá de rechazo la actual presidenta andaluza, frente a la cual los demás partidos tendrán que ponerse de acuerdo en si es una correa de transmisión de Madrid, y por tanto de manera indirecta recibirá el apoyo de quienes desean romper España, como afirman PP y Ciudadanos, o si por el contrario el socialismo andaluz sigue una línea diferente a la marcada por sus dirigentes nacionales, como sugiere Podemos. En el caso de estos últimos, estamos ante una de las incógnitas de la campaña: qué resultado dará esa coalición con IU, pues si sumamos lo que obtuvieron por separado en 2015 llegarían a un porcentaje superior al 21%. Hasta ahora lo único que podemos ver es que Maíllo, como le ocurre a Garzón con respecto a Iglesias en Madrid, procura estirar el cuello y tratar de no quedar oscurecido a la sombra de Teresa Rodríguez.

Y en la campaña me gustaría que los partidos concurrentes hicieran un balance de la actividad del Parlamento, porque según el art. 97 de nuestro Estatuto la Junta de Andalucía «está integrada por el Parlamento de Andalucía, la Presidencia de la Junta y el Consejo de Gobierno». Se hablará mucho de la presidenta y de su Gobierno, pero quizás apenas se rindan cuentas de lo que cada uno ha realizado en la Cámara, que según el art. 98 «representa al pueblo andaluz».

* Historiador