Alarmantes las noticias que nos llegan de Pekín, donde se ha declarado un nuevo brote de covid-19, al parecer modificado, más agresivo y con más capacidad de transmisión o propagación. Las autoridades chinas han vuelto a cerrar los colegios y piden que no se salga de la ciudad salvo necesidad extrema, aplicando pruebas rápidas de PCR a toda la población que pueden. Está mutación pone en entredicho los actuales protocolos de tratamientos y harán repensar a las farmacéuticas e investigadores sobre las opciones de tipo de vacuna en la que están trabajando.

Cuando en Europa se está en una fase de desescalada, entrando en lo que se ha llamado ‘Nueva Normalidad’, en América continúan los estragos de la primera oleada causando miles de muertes y cientos de miles de contagios. En África, los datos que tenemos no muestran una especial preocupación de transmisión, pero es que dichos datos llegan a cuentagotas y faltos de un rigor necesario. Países como Irán e India, sufren de nuevo repuntes significativos.

Todo ello, unido a la reaparición en China, nos colocan al virus como una especie de presencia circular de la que difícilmente nos vamos a librar hasta conseguir una vacuna universal que nos proteja. Y digo universal porque tiene que administrarse a toda la población mundial, ya que de lo contrario no serviría para nada. Las rotaciones circulares implican, que mientras en unos lugares la situación es de aparente control (Europa), en otras aún se encuentra en sus momentos mas potentes (América), mientras reaparece en China reforzado y modificado, poniendo de nuevo en marcha la rueda.

Ante los estragos que puede ocasionar este asesino en serie, debemos centrar nuestros esfuerzos en tres aspectos fundamentales. Primero, el cuidado de nuestras personas mayores, en residencias y en sus hogares, ya que son el principal centro de contagio y de fallecimientos. Desinfección de las residencias, protocolos de control prioritarios, dotación de medios y recursos al personal de los centros, tanto de protección como de tratamientos básicos preventivos.

En segundo lugar, reforzar y mejorar nuestros servicios de salud, tanto con aumento de personas, medidas de protección, tratamientos suficientes y respiradores listos, ampliar las camas en aislamiento y las capacidades de cuidados intensivos. Por último, quizás lo más importante, mantener el aislamiento social, el confinamiento, siempre que sea posible. Seguir con las medidas de lavarnos las manos permanentemente, mascarillas y no jugar a la ruleta rusa con reuniones que no respeten las distancias de seguridad, porque son un campo de contagios preferidos por el virus.

Ya decía en artículos anteriores que el virus ha venido para quedarse y hemos de demostrar nuestra capacidad e inteligencia para contener esta propagación. Nuestras autoridades deben estar a la altura y mantener la alerta sanitaria como elemento clave para un futuro libre de contagios. Hasta que no se consiga en cada país la fórmula 14 días con contagios cero, no estaremos en disposición de relajar ninguna medida.

* Experto en Relaciones Internacionales y Cooperación