El vino lava nuestras inquietudes, enjuaga el alma hasta el fondo y asegura la curación de la tristeza».

Lo escribió Lucio Anneo Séneca quizás saboreando un vino procedente de España. Probablemente, como hispano cordobés, se sintió afortunado pues Julio Cesar, años antes, dijo que eran «afortunados los hispanos para quienes beber es vivir».

Si así disfrutaba Séneca del vino no tiene nada de extraño que decidiera adquirir un viñedo.

Cuenta un coetáneo suyo, de nombre Plinio El Viejo, en su Naturalis Historia en el Libro XIV, 47-52, lo siguiente en que se hace referencia al filósofo: «que Reminio Palaemon empleó a Sthelenus para que cultivase su viña y a los ocho años produjo una vendimia por valor de cuatrocientos mil sestercios. Entonces se la vendió a Séneca por cuatro veces su precio de compra».

No nos dice nada de ese precio ni del precio de adquisición que pagó Reminio. Tampoco nos dice la superficie de la viña adquirida por Seneca.

Sin embargo, en esas líneas Plinio nos dice que Acilo Sthelenus, hijo de un liberto, fue famoso porque vendió una viña de 60 iugurii (14,88 hectáreas ) por 400.000 sestercios.

Quizás fuese famoso no solo por el precio sino por la fama de su comprador.

Si Plinio nos sugiere de ese modo que Séneca pagó 400.000 sestercios por la finca de viña podemos afirmar que su equivalente en plata de ley a través del dracma ascendería a 705.200 euros. La hectárea, por tanto, valía 47.392 euros.

Acudo a la siguiente hipótesis: creer que nuestro paisano firma un contrato de aparcería por el que recibe un tercio de la cosecha, normal en esa época, y satisface el impuesto sobre el suelo que acostumbró a alcanzar el 16,66% de la producción.

Consecuentemente le quedaría un excedente bruto tras impuestos de un montante cercano para aquella cosecha de unos 68.000 sestercios. Fácilmente Séneca podía obtener una rentabilidad entre el 16 y el 10 por ciento de su inversión con un periodo de recuperación de la inversión de seis años en el mejor de los casos, quedándole todavía la viña en propiedad pero con menor producción por la edad del viñedo al cabo de otros ocho años de explotación.

Ya desde tiempos de Caton se dice en su libro De Agricultura, casi doscientos años antes de Séneca, que el mejor cultivo era la vid, seguido de la huerta de regadío, el cultivo de mimbre para cestos y por fin el olivar.

Hoy la hectárea de viña más cara está en La Rioja Alavesa y asciende a 42.223 euros según MAPA, en tanto que en Córdoba ligeramente supera los 26.000 euros en la zona de crianza Montilla- Moriles.

Una viña en La Rioja valdría hoy lo mismo en euros que lo que costó a Séneca en sestercios a mediados del siglo primero de nuestra Era. Y tal como llenamos de ánforas de vino e hicimos un monte en Roma con sus trozos de cerámica hoy vendemos la mitad de nuestra producción a granel al mercado exterior a un precioso muy bajo y buena calidad.

Roma se bebía entonces entre 1,4 y 1,8 millones de hectolitros según los cálculos más prudentes sobre todo cuando empezaron a reunírse en colegios gastronómicos.

Nunca sabremos si el filósofo necesitaba el vino para escribir sus cartas a Lucilo o si la filosofía le condujo a entender, como español, aquello de «beber es vivir».

* Catedrático emérito de la Universidad de Córdoba