Ya me pasó otra vez, pero está claro que no tengo arreglo, y así se va mermando mi esperanza en que alguna vez en nuestra España aliviemos el número de tontos. ¿Será por la mutación genética que arrastramos tras tantos siglos de comer garbanzos y tocino? Verán lo que me ocurrió. Cena obligatoria, porque es Navidad. Al terminar, temiendo que saltaran las frustraciones personales con la mezcla explosiva de política y alcohol, propongo cantar unos villancicos. Algo inocente, aséptico, neutral. Ya se sabe: a los postres de una buena comilona, nos sentimos tan felices, tan jóvenes, tan optimistas, que estamos dispuestos a lo que sea. Ésta era mi teoría; pero luego vino el tío Paco con las rebajas. ¡Qué razón tiene ese refrán!: «De grandes cenas están las sepulturas llenas». Por lo pronto, uno me dice que no deberían llamarse «villancicos», sino «ciudadancicos». ¡Empezamos bien! Falta aún para el año nuevo, y ya están los tontos dando campanadas. Como no hay consenso, tiro por el camino de en medio y propongo cantar el Pequeño tamborilero. Alguien me dice que no, que esa letra favorece la explotación infantil. Entonces empiezo a entonar La Virgen está lavando y tendiendo en el romero... Otra voz me dice que eso no es igualdad de género, que hay que cantar «La Virgen y san José están lavando», y que nada de tender en el romero, porque será una especie protegida. Me decido a cantar Hacia Belén va una burra cargada de chocolate... Alguien exclama que eso promueve el maltrato animal. Me voy arrugando. Digo de cantar En el portal de Belén gitanillos han entrado... Pues tampoco; eso es racismo. Entonces salto con Ya vienen los Reyes Magos... ¡Madre mía! ¡Ahora sí que se armó! Uno vociferó que esa letra habría que sustituirla para siempre por «Ya vienen los presidentes de la República...» ¡Y yo que creí que al menos un día al año la íbamos a tener en paz! Pues manos a la obra: empiezo a tararear Noche de paz. Entonces, varios me dijeron que con las guerras y las injusticias que hay, ese villancico es un escándalo. Y me obligaron a callar. Es el régimen político que tenemos desde hace unos años: la dictadura de los tontos. Puse una excusa para despedirme. Pero eso de que me podía ir, eso sí que fue un villancico. No se rían; a cualquier inocente le puede suceder.

* Escritor