Viernes de Dolores en Córdoba y de dolores en el mundo. La plaza de Capuchinos, donde está enclavada la iglesia de san Jacinto, con la imagen de Nuestra Señora de los Dolores presidiendo el altar mayor, se convierte hoy en larga caravana devocional de anhelos y plegarias. Visitar a la Señora de Córdoba es descubrir las maravillas que hizo Dios en Ella que, para un cristiano, es no solo un honor y un indecible gozo, sino una verdadera necesidad. En Ella se descubre lo que quiere hacer Dios con todo el pueblo cristiano y con toda la humanidad. La apasionada búsqueda, el incansable y amoroso peregrinar por la vida de María nos llevan a un descubrimiento: las palabras que Ella misma pronunció: «Desde ahora, todas las generaciones me llamarán bienaventurada». María es una mujer sencilla del pueblo, desposada con un sencillo artesano, José, hombre justo y honesto; María es la madre biológica de Jesús, la que lo concibió y dio a luz físicamente, otorgándole su naturaleza humana; María es la oyente fiel y dócil a la Palabra, acogida en la obediencia de la fe, a pesar de no entender siempre y todo lo que esa Palabra le decía y le pedía. Hoy, María se nos muestra con su corazón traspasado por la espada del dolor, icono de los sufrimientos humanos que se alzan en clamor infinito, desde tantos puntos de la tierra: desde Mocoa, niñas que fueron arrancadas de las manos de sus padres por la corriente; mujeres, maridos, abuelos, hijos, supervivientes que esperan encontrar un milagro en Colombia; niños y padres bombardeados con armas químicas, dejando decenas de heridos en Jan Seijun, al noroeste de Siria. Incluso fue bombardeado el hospital que atendía a las víctimas de este brutal ataque: «familias enteras se asfixiaron mientras dormían». El Viernes de Dolores nos presenta hoy el dolor y el sufrimiento: Muchos hombres hoy, como en su día Jesús, mueren torturados y asesinados. Millones y millones sufren la lenta crucifixión que produce la injusticia estructura generalizada. En los inocentes oprimidos se hace presente Jesús crucificado con toda la fuerza de su sangre, con toda la vida de su resurrección.

* Sacerdote y periodista