El viejo músico que toca todos los días con su violín la misma melodía en busca de monedas está hoy también en la avenida del Aeropuerto, donde algunos bancos habrán aplaudido el último revés, con origen en la Justicia, para clientes y consumidores. Este músico, que va por libre, sabrá ya por experiencia que la libertad que da la autonomía conlleva un varapalo de peso casi insoportable. Y quizá por eso se ampare en la nostalgia de la música. Aunque sea la misma, a la misma hora, todas las mañanas del año. Otros saben, como los bancos, por ejemplo, o los creyentes, o los políticos, que si encaran la vida en la soledad sin recomendaciones de grupos e ideologías puede que hasta les falte la comida, un sueldo, la cotización para la vejez o la salvación eterna. Si el músico del violín de la avenida del Aeropuerto tuviera buenas relaciones con el Conservatorio puede que le programaran para algún festival de música abierta. Los bancos saben que si no mantienen su estatus de poder fáctico, junto con la Iglesia (el Ejército apacigua ahora al mundo en una labor casi de oenegé, y la prensa anda en la búsqueda de un presente casi sin futuro en el papel), a base de contactos «secretos», pueden desintegrarse en una sociedad natural para la que no están enseñados. Los creyentes se incluyen en una religión que pinta un futuro alcanzable cumpliendo ciertas normas, que la soledad del ser humano sin premio por los siglos de los siglos es demasiado dura. Por eso se agrupan con los que creen en el nombre del dios verdadero, para asegurar su vida. Como les ocurre a los políticos. Bellido, del PP, me envía una invitación al Mesón Rincón Taurino, junto a José Antonio Nieto, para que hablemos de Córdoba, Andalucía y del barrio de Ciudad Jardín. Ya me llegarán invitaciones de otros políticos de distintos partidos. Me acuerdo de la soledad del viejo músico del violín, que no tiene monedas, y pienso que a veces las ideologías se agrupan en siglas que han entendido que para sobrevivir hay que firmar.

Por eso a veces la vida de un político consiste en acercarte al presidente, darte a conocer, conseguir que te inscriban y colocarte, de una vez para siempre, en las listas donde podrás cotizar hasta que te llegue la jubilación. Me imagino que será extranjero, pero debería decirle al viejo músico del violín de la avenida del Aeropuerto que su vida se resolvería si se apuntara a un partido político, a un grupo de músicos con acceso a los círculos de poder --un sindicato, por ejemplo-- o a una religión cuya liturgia necesitara música. Apuntarte a un banco para salvarte todavía necesita de algunas herramientas que desconocemos.