Hay frases, pensamientos, mensajes o eslóganes que nos marcan de una forma especial y se quedan grabados en la agenda del alma como leit motiv para nuestro caminar. Hace poco, uno de nuestros políticos afirmaba que lo peor de la política es la comunicación. Por desgracia, subrayaba, «en estos momentos cuenta lo mismo un tuit o un libelo en internet de cualquier impresentable que un artículo de fondo o que un análisis bien preparado y presentado». Vivimos la era de internet, del cortoplacismo, de la frase breve que se clava como un dardo de fuego. Nada de eso es nuevo. Si dejamos caer la mirada en el pasado, nos encontaremos grandes pensamientos concentrados en muy pocas palabras, consejos sonoros que son todo un clamor para el compromiso y la acción. Me viene a la memoria una reflexión conmovedora de Julián Marías, en el primer volumen de sus Memorias. El filósofo escribe después de su boda, cuando se encuentra subjetivamente en la cima de la felicidad. Y dice: «Siempre he creído que la vida no vale la pena más que cuando se la pone a una carta, sin restricciones, sin reservas. Son innumerables las personas, especialmente de nuestro tiempo, que no lo hacen por miedo a la vida, que no se atreven a ser felices porque temen a lo irrevocable». Marías pone el dedo en la llaga. Una de las carcomas de esta época es ese miedo a lo irrevocable, esa indecisión ante el compromiso, ese «pararse en seco» ante las decisiones que no tienen vuelta de hoja o la si la tienen es muy dolorosa, esa tendencia a lo provisional, a lo que nos compromete pero «no del todo», a lo que nos obliga pero «solo en tanto en cuanto». Preferimos no acabar de apostar por nada, y si no hay más remedio que hacerlo, lo rodeamos de reservas, de condicionamientos, con ese latiguillo ambiguo que hace pender nuestras decisiones de «ver cómo van las cosas». Jugarse la vida a una carta consiste, ni más ni menos, en abrazar un compromiso que vale la pena, que aceptamos de corazón y con alegría, sencillamente porque en su cumplimiento fiel reside nuestra felicidad.

* Sacerdote y periodista