Extremadura y Andalucía acaparan estos días la atención informativa y la preocupación colectiva. Extremadura, por la situación de las comunicaciones ferroviarias, y Andalucía, por la difícil singladura de los pactos y consensos para lograr el cambio de dirigentes. Lo de Extremadura se resume en ese largo capitulo de olvidos, año tras año, recortando inversiones para poner al día sus trenes e ir reduciendo posibilidades a los viajeros. Hace poco charlaba con el jefe de estación de Almorchón, --cuánto se ha hablado de la puesta en marcha, de nuevo, de la vía que une Córdoba con Almorchón--, y me contaba cómo, poco a poco, se han ido rebajando los servicios de Renfe. La línea Madrid-Badajoz, por Cabeza del Buey y Mérida, se redujo primero, de Madrid a Mérida, y luego, de Puertollano a Mérida, y en la actualidad solo dos trenes diarios enlazan estos pobres itinerarios. Una pena. Y lo del cambio en Andalucía tambien tiene sus entresijos que se centran, sobre todo, en la fidelidad de los políticos a las demandas del pueblo, manifestadas en las urnas, con todo lo que eso lleva de «chalaneo» e «intereses partidistas». En la política, desgraciadamente, junto a las virtudes no faltan los vicios, debidos tanto a la ineptitud personas como a distorsiones en el ambiente y en las instituciones. Es evidente para todos que los vicios de la vida política restan credibilidad a los sistemas en los que se ejercita, así como a la autoridad, a las decisiones y a las acciones de las personas que se dedican a ella. En su mensaje con motivo de la Jornada Mundial de la Paz, el Papa Francisco señalaba con precisión y audacia estos vicios: «La corrupción, en sus múltiples formas de apropiación indebida de bienes públicos o de aprovechamiento de las personas; la negación del derecho; el incumplimiento de las normas comunitarias; el enriquecimiento ilegal; la justificación del poder mediante la fuerza o con el pretexto arbitrario de la ‘razón de Estado’; la tendencia a perpetuarse en el poder; la xenofobia y el racismo; el rechazo al cuidado de la Tierra». Son los vicios que el Papa señala para que, con urgencia, se corrijan.

* Sacerdote y periodista