A partir del sábado, Córdoba volverá a llenarse de versos; unos en directo y otros on line por culpa de la pandemia, aunque, con o sin virus, toda poesía encierra algo de belleza virtual. Vuelve Cosmopoética en la que sin duda será la edición más rara de las diecisiete que lleva cosechadas, con horarios de sesiones presenciales de once de la mañana a seis de la tarde difíciles de conjugar con un ritmo laboral normal -suponiendo que a estas alturas sea normal alguno de nuestros ritmos vitales-. Pero vuelve. Un verdadero logro en los tiempos que corren, con la alarma sanitaria y de todo tipo arrasando cuanto creíamos sólido y seguro.

Porque las víctimas colaterales del covid-19 van mucho más allá del turismo y el comercio, con serlo estos hasta niveles catastróficos. No hay sector que no se vea afectado por las restricciones y sus consecuencias de efecto dominó en este año que vivimos peligrosamente, y la cultura está siendo uno de los más zarandeados. No suele figurar entre los que se lamentan con mayor insistencia -quizá porque, pase lo que pase, el espectáculo siempre debe continuar-; ni destaca entre las pérdidas más lloradas de la larga lista de quebrantos que nos afligen, pues todavía ir a un teatro o a un concierto, o incluso leer un libro que no sea de texto, solo por placer, son gestos que muchos consideran caprichos intelectuales totalmente prescindibles. Un planteamiento, además de insultante, desenfocado. Porque la cultura no solo enriquece el espíritu, sino que puede ofrecer también un impulso económico de primer nivel, como bien saben los que apuestan por un turismo de calidad basado en el tipo de experiencias que pueden brindar ciudades como Córdoba, donde cada vez que se clava en el suelo la piqueta sale un vestigio del pasado glorioso.

Que la Mezquita-Catedral, el monumento que más turistas atrae a la ciudad -con el consiguiente beneficio en cascada- haya tenido que cancelar las visitas diurnas y nocturnas y no por cuestión de aforos sino por falta de público traza una idea exacta del panorama cultural, y económico, que sufre la Córdoba confinada y pospuesta. Sin llegadas de fuera, cada uno en su casa y Dios en la de todos, y con los de dentro pendientes del reloj que marca el parón de casi todo a las seis de la tarde y el toque de queda a las diez de la noche, el sector que agrupa eventos, espectáculos y artes escénicas lleva nueve meses de frenazo que trata de paliar como puede, readaptando calendarios y reconduciendo las citas a horas inverosímiles de la mañana. Cualquier cosa con tal de no pegar el cerrojazo definitivo ante una situación de emergencia social insostenible según denuncian los afectados, que el próximo lunes, 30 de noviembre, han convocado a nivel nacional una protesta que aquí se celebrará a las 12.30 en el Bulevar del Gran Capitán. Conducidos por el colectivo MUTE (Movilización Unida de Trabajadores del Espectáculo), quieren reclamar ayudas urgentes al Ayuntamiento, en el que toda la ciudad tiene puestos los ojos para ver cómo reparte los 17 millones de remanentes, puro maná en estos momentos.

Con semejante desierto de seda, que hubiera dicho Campos Reina, recibimos como un oasis Cosmopoética y su programa dignísimo a pesar de las limitaciones. Porque corren malos tiempos para la lírica, pero al final siempre es la poesía la que salva al mundo.