Verde que te quiero verde». Lorca siempre presente. Un siglo de moda y lo que te rondaré. Estos últimos días del año, Madrid es la capital del mundo del clima. El azar (Chile no pudo organizar la Cumbre del Clima), la decisión política (Pedro Sánchez tuvo la intuición y los reflejos para traerla) y el compromiso creciente de la opinión pública española con el problema (el 75% dice estar concienciado) fueron los responsables.

Ante tamaña avalancha ciudadana a favor de que se tomen medidas urgentes para impedir que convirtamos la tierra en un basural peligroso, palidecen incluso (se esconden) voces contrarias tan tronantes como las de Trump (en USA la producción de energía solar aumentó más que en toda Europa el pasado año y la gestión de la generación eléctrica la controlan los Estados). La ausencia de China e India de la Cumbre, por otra parte, hacen que la opinión pública mundial les rechace aún más.

El movimiento global en favor de un clima sano arrastra a estas alturas a la mayoría de la población mundial más consciente y hace que el gran capital financiero e industrial (hacen números y les salen las cuentas) vire de manera muy rápida hacia posiciones ambientales incluso sorprendentes. Los grandes apellidos del petróleo, pongamos que Rockefeller, ya están aquí a través de su fondos filantrópicos. Y multimillonarios republicanos dan un corte de mangas a Trump y sus berzotas. Así, por ejemplo, Bloomberg paga la parte que Norteamérica tenía que haber satisfecho para financiar la Cumbre de Madrid. También han llegado fondos de inversión muy implantados también en España y que tocan a todo el mundo con sus ventosas de Leviathan. BlackRock o TCI son solo dos de los que buscan favorecer la multiplicación de energías limpias y llegar a alcanzar el compromiso europeo de eliminar la emisión de más del 80% de gases de efecto invernadero en 2050, que, además de suponer una mejora social enorme, constituye una gran oportunidad económica y para el empleo.

El mundo del petróleo, que nos acogota desde hace más de un siglo, migra hacia posiciones blandas (observemos por ejemplo los enormes esfuerzos de nuestra petrolera Repsol para convertirse en una «eléctrica limpia»), y hasta Arabia Saudí al abrir a la bolsa su colosal petrolera Aramco, señala que también ellos acabarán por cerrar pozos y levantarán millones de placas solares y molinos gigantes por el mundo.

Por primera vez después de las grandes movilizaciones de los años sesenta y setenta contra la guerra de Vietnam y a favor de nuevos horizontes de libertad, la opinión pública mundial -tan amenazada de otra parte por el gran hermano emboscado en las tecnológicas- se tuercen estrategias políticas, económicas y comerciales de los grandes poderes del mundo que acaban adaptándose a sus exigencias. Empresas y particulares que no utilizan energía proveniente de combustibles fósiles; millones de consumidores que rechazan productos grasos o azucarados; oleadas humanas exigiendo por las calles de casi todo el mundo igualdad entre la mujer y el hombre, son algunas de estas incipientes victorias ciudadanas.

La esperanza del globo (no solo la ambiental) asoma por esos horizontes de protesta. Porque ante un mundo ahormado por la democracia liberal, que se desmorona; el milagro chino, que muestra al mundo un control ciudadano espantoso, y el rechazo creciente de los jóvenes, y quienes ya no lo son tanto, de los efectos dañinos que muestran las tecnológicas, consideradas como el futuro salvador hasta hace poco tiempo, el crecimiento de la inseguridad y el miedo es tal que el ciudadano se viene echando en brazos de fuerzas políticas reaccionarias y los nacionalismos a pasos agigantados.

Es un alivio, en todo caso, que estos días de máxima exposición de las medidas para contener el cambio del clima no se haya oído la voz tronante de gentes como los Vox. Callan -o no atizan grandes zaragatas mediáticas- pesar a que muchos de ellos se declaran negacionistas y están en posiciones de fe creacionista. Y tampoco el PP que, aún con discreción, se suma al despliegue verde de las últimas jornadas en Madrid y España.

* Periodista