Vivimos en la era de la posverdad, que suena mejor, o de la mentira para que me entiendan. La posverdad, que sirve para explicar esa cultura en que las mentiras pueden sobrevivir si benefician a alguien, es la palabra de moda de esta década. Sin duda la verdad, en nuestros días de fake news, programas sensacionalistas, manipulación mediática, está devaluada y denostada. Permanentemente escondida o ninguneada ya sin pudor; en el mejor de los casos maquillada, para no ofender. Sí, porque la verdad ofende. Algunos periodistas de raza aún la buscan con ahínco como esos lobos solitarios, a pesar de exponerse a sus dramáticas consecuencias. Los tribunales de justicia, a veces incomprendidos y vilipendiados, tratan de hallarla entre procedimientos contradictorios y pruebas confusas. Los celebrantes las predican desde el púlpito de las nuevas religiones. Y los fundamentalistas, de todos los colores, siglas y pelajes, jalean e imponen la suya propia como dogma inquebrantable y excluyente.

Pero hoy les quiero hablar de esa verdad que se busca desde el discernimiento honesto, desde el respeto y el diálogo sincero, desde la ciencia rigurosa, el conocimiento y la investigación paciente. Y digo esto al hilo de la inauguración del nuevo campus de la Universidad Loyola en Sevilla hace unos días, bajo el entusiasmo y dedicación del rector, Gabriel Pérez Alcalá, y su equipo. Una institución jesuita que forma parte de los dos centenares de universidades y escuelas de educación superior repartidas por el mundo para el servicio de la fe, la promoción de la justicia y la búsqueda de la verdad.

Dialogar con las culturas, escuchar y apoyar a los jóvenes, caminar junto a los vulnerables, apostar y comprometerse con la sostenibilidad, desde el discernimiento profundo para construir una sociedad reconciliada, es el objetivo último de esta Institución. Ser agentes de transformación social, pero también global en un mundo conectado, en el cambio de una nueva era con grandes desequilibrios que transforma nuestros esquemas y principios, es un reto ineludible para quienes se sienten comprometidos con su realidad.

Es cierto, como decía en dicho acto el prepósito general de los jesuitas, el padre Arturo Sosa Abascal, que en este mundo de cifras enormes de población, de comercio, de transacciones, de información, cuya magnitud nos sobrepasa, cada vez resultamos más pequeños, insignificantes y hasta irrelevantes. Pero no por ello podemos renunciar en nuestro metro cuadrado, a nuestro compromiso con la verdad, la justicia, la libertad y la fraternidad. Cuando tantas mentiras se destapan a diario conformando esa actualidad que nos persigue, sigamos trabajando juntos, en red y unidos desde la sociedad civil y sus entidades. Cuando nos sobrevuela la mentira, la verdad es la noticia. Al final, el conocimiento y la verdad, nos harán libres. Para esto sirve una nueva Universidad. Enhorabuena, Loyola Andalucía, por querer intentarlo.

* Abogado y mediador