N os quejamos de que tras las elecciones los políticos no cumplen lo que prometen en la campaña electoral y formamos el guirigay. Pero, fíjense, a veces nos quejamos de que cumplan lo que prometen. No solo pasa con Donald Trump y otros neo-fascistas. A Abascal, por ejemplo, en la generales de abril se le corrió la conveniencia de legalizar totalmente el uso de armas, y el diputado de Vox, Ortega Smith, da ejemplo y practica el «tiro al terrorista» con un arma de guerra cuyo uso está prohibido por parte de la población civil. Nada de navajas al estilo castizo: a tiro limpio, como los yanquis. Y comenta para identificar el blanco: «Este es un hijo de puta del Daesh que había que cargárselo». Y añade: hay que preparar a la población civil ante el terrorismo. ¿De verdad armaría Vox a la población si obtuviera mayoría suficiente y lo entrenaría en campos de tiro o es una bravuconada? Un problema el terrorismo, sin duda. Pero, según Noam Chomsky, existe una solución sencilla de definir terrorismo como los actos terroristas que los demás realizan contra nosotros; los nuestros solo defienden sus valores civilizatorios ante los bárbaros. Quizás demasiado sencilla.

En todo caso, la creación de enemigo interior o exterior no es nueva. La función de los bárbaros de hoy la cumplieron no hace mucho los judíos de ayer. (Los comunistas, socialistas, masones, gitanos, etc., se quedan para otra ocasión). Ahora parece que nadie se acuerda del invento fascista/nazi del enemigo judío y la solución final para exterminarlos y hay que recordárselo por medio de actos oficiales, declaraciones, documentales y películas.

Las visitas a Auschwitz son obligadas cuando se cumple el 75 aniversario de su liberación por el Ejército Rojo. Yo fui en su día y lo que más me sorprendió (pues de aquel mecanismo de muerte, cámaras de gas y crematorios, solo quedaba el muro de los fusilamientos) fue la cercanía del campo de exterminio del pueblo polaco de Oswiecim, a unos 4 kilómetros que recorrí en bicicleta, con lo que la población no podía ignorar aquel genocidio. Pero los nazis mintieron a la población definiendo a los judíos como infrahumanos, ratas, terroristas y luego, en 1935, promulgaron las Leyes racistas de Núremberg y se cumplió el Holocausto con una precisión inhumana. Y, salvo muy raras excepciones, la población nativa colaboraba en la persecución y captura de aquellos prisioneros que alcanzaban a huir del campo.

Pero la verdad fue que, con la mentira que eligió el chivo expiatorio para unir al pueblo alemán en una raza inexistente y generar una guerra depredadora, se instauró el terror, cayó la democracia, se violaron los derechos humanos, se cometieron infames crímenes de guerra, y se pervirtió el concepto hombre. No hay que olvidarlo.

* Comentarista político