El Mundial de fútbol está muy bien. Pero seguro que la mayoría de los que amamos el fútbol, sobre todo el de base, lo que queremos es que nuestros jóvenes disfruten de un deporte que los ayude en su formación humana. Por eso propongo que este verano el mundo del fútbol se llene de torneos educativos en los que se haga hincapié en dos valores fundamentales (y complementarios): el respeto y la honestidad.

Es una forma de decir desde cada club que deseamos que estos valores se instauren en el día a día de nuestro fútbol. Si cada club se lanza a ello, podemos conseguir un gran cambio en el fútbol y, en consecuencia, un gran beneficio para los jóvenes y el mundo en general.

Los valores del respeto y la honestidad pueden trabajarse de la siguiente forma (es solo una idea, por supuesto):

1. Antes de cada partido, pancarta o breve lectura de unas palabras en favor del comportamiento respetuoso dentro y fuera del terreno de juego. Los emisores deben ser los propios jugadores, con mensajes que ellos mismos hayan pensado junto a sus familiares y entrenadores.

2. Compromiso de ayudar al árbitro siempre que sea posible. Con esto voy más allá de no engañarlo (que es lo mínimo que se debe hacer); la cuestión es que si ha señalado, por ejemplo, un saque de banda a mi favor y sé que yo le he dado el último, se lo digo al árbitro. Siempre que un jugador sabe que el árbitro se ha equivocado a su favor, debe decírselo. Esto hace crecer muchísimo a los chavales, y crea gran unión y respeto entre ellos. Además, de esta forma disfrutan más y mejor de su actividad deportiva, y se sienten mucho más felices. Está bien que busquen ganar, pero de forma limpia, no a cualquier precio. Ganar perdiendo el honor es la peor de las derrotas.

Si empezamos con estos torneos, el cambio irá calando y esta visión del fútbol acabará siendo la que impere. ¡Vamos a conseguirlo!