Estos días vivimos una situación especial que nos tiene que hacer reflexionar sobre nuestra relación con el planeta Tierra. Confinados en nuestras casas nos asomamos a las ventanas y balcones y comprobamos que en la ciudad viven otros seres que disfrutan de su libertad sin nuestra interferencia. Parece que la naturaleza reconquista su territorio, cuando en realidad lo que vemos siempre ha estado ahí y no hemos atendido a su presencia.

Si hacemos un pequeño esfuerzo y seleccionamos publicaciones con base científica sobre el coranavirus, veremos que eminentes científicos abogaban por no actuar y otros por confinar, he aquí la dificultad de adoptar decisiones, tomes la que tomes habrá un sector que no estará de acuerdo. La verdad que no era fácil y no les arriendo las ganancias. Hoy día es muy fácil opinar.

Los coronavirus son conocidos en el ámbito veterinario por su relación con ciertas patologías en aves, perros, gatos, vacas o cerdos y están relacionados con parte de los resfriados comunes que afectan al ser humano. En el año 2002 se registró el primer caso de neumonía atípica causada por un tipo de coronavirus con origen en China, no conocido con anterioridad. Se expandió a otros 29 países con una tasa de mortalidad del 10%, y desde ese momento pasaría a conocerse como SARS. Posteriormente, en 2012, otro coronavirus fue identificado como responsable de un brote de síndrome respiratorio de Oriente Medio (Arabia Saudita), con una tasa de mortalidad del 38%.

Estos dos eventos saltaron las alarmas y se puso el foco sobre los murciélagos. El 31% de los virus con los que se relacionan estos mamíferos se engloban dentro de esta categoría. Los estudios citan que la prevalencia de estos virus en las poblaciones de murciélagos es baja (menos de un 7% de individuos los portan) y que no todas las especies son portadoras. Un estudio de 2019 descarta el contacto directo con murciélagos como factor de riesgo y apunta a la interacción humana con otras especies salvajes o domésticas, que actuarían como hospedador intermedio.

Los murciélagos pertenecen al orden de los quirópteros, engloba más de 1.300 especies distribuidas por el mundo. Estos mamíferos son unos aliados para el bienestar humano, por la polinización, dispersión de semillas o el control de plagas agroforestales y de vectores de enfermedades. En Asia, hasta 56 especies de murciélagos son cazadas y consumidas y también son usados en medicina tradicional y hay granjas para obtener guano (abono).

Antes del brote de SARS, los expertos ya apuntaban la posibilidad de transmisión de coronavirus entre murciélagos, civetas y humanos. La posibilidad de que ocurran estas zoonosis no es nueva. La verdadera novedad es que ahora hay un riesgo mayor de que ocurran por la transformación del medio, la mayor presión humana sobre el entorno en estas áreas y el contacto entre animales domésticos y salvajes.

El Sureste Asiático es la región que ha sufrido una mayor deforestación reciente, una reducción del 30% en su superficie boscosa durante los últimos 40 años. Además, ha venido acompañada de un gran incremento de su población. Los asentamientos humanos están situados cada vez más cerca de algunas poblaciones de murciélagos, favoreciéndose así el contacto con humanos y ganado. Los insectos son atraídos por las luces nocturnas de los ambientes urbanos, adonde van a cazar los murciélagos, lo que facilita la transmisión de coronavirus de unas especies a otras.

Se sabe que el brote actual de COVID-19 está provocado por un coronavirus parecido a los de los murciélagos y pangolines, pero no se ha demostrado que el origen de la infección esté en alguna de estas especies o si ha podido pasar por algún hospedador intermedio (silvestre o doméstico) antes de llegar a los humanos.

Desde el mundo científico se lleva dando la voz de alarma desde hace años sobre la probabilidad de que se diera una situación como la actual. Sin embargo, estas advertencias no han sido escuchadas. Los cambios ambientales asociados a la actividad humana están creando el caldo de cultivo perfecto para que ciertos patógenos acaben ocasionando pandemias. Se apunta a un problema estructural, con la transformación del medio ambiente en su raíz, ante el que también tendríamos que tomar medidas. Estamos creando las condiciones que favorecen el encuentro entre estos virus, animales domésticos y seres humanos.

* Biólogo