Una «maravilla, una de las películas más emocionantes de los últimos años». Gracias a la magia de internet, este comentario puede hacer referencia por igual a Dolor y gloria de Pedro Almodóvar y a Vengadores: Endgame. No lo digo yo, vamos. Solo hay que darse un par de paseos por Twitter para ver cómo el lenguaje en línea para opinar sobre películas es hoy más uniforme y menos esnob que nunca. Solo cambiando el título, un mismo tuit puede servir para elogiar o criticar dos películas que se parecen como un huevo a una castaña, que no tienen nada (o tienen muy poco) en común, que en otro tiempo jamás (o a duras penas) habrían coincidido en una conversación.

Obviamente, tiene que ver con la naturaleza eminentemente emocional e impulsiva de los comentarios o pequeñas críticas en Twitter. Al final, venga de donde venga, el entusiasmo tiende a expresarse en línea como en una charla entre amigos y cervezas: en los mismos términos y con las mismas palabras... incluso con los mismos emoticonos. Como he comentado en otras columnas, me preocupa que estas opiniones instintivas y a menudo simplistas (aunque haya llamaradas de ingenio) rompan la pared de Twitter. Es inquietante ver cómo esos impulsos polarizados trascienden las dinámicas y el lenguaje de las redes sociales y contagian la información, la crítica y el análisis profesionales. Pero, si me quedo en el Far West que es hoy Twitter, si no me muevo de ese espacio en el que cada vez es más difícil sobrevivir (o sobrevivir sin ninguna herida), una de las cosas que rescato de entre el ruido y la furia es el fin del esnobismo al hablar de las películas. Quizá solo sea cuestión de lenguaje, pero me atrae la idea de que también lo sea de fondo, de que la fiebre y la urgencia hayan desmontado prejuicios aún arrastrados (algo bueno tenía que tener todo esto). Hay algo entre gracioso y muy revelador en poder intercambiar los tuits sobre los Vengadores y el festival de Cannes.

* Periodista