Los diez muertos en la jornada refrendaria del pasado domingo en Venezuela auguran un periodo oscuro en aquel país. Al peligro que se había anticipado desde hace tiempo, el de la dictadura chavista, se añade ahora el de un enfrentamiento civil que puede encontrar en la violencia de los presuntamente descontrolados un caldo de cultivo óptimo para lanzar a Venezuela al abismo. Nicolás Maduro se ha declarado ganador absoluto de una consulta que convocó arteramente para darse una Constitución que le permita mantenerse en el poder y que la oposición, que es mayoritaria en la Asamblea legalmente elegida, cuestiona absolutamente. No solamente se rechaza desde la oposición la convocatoria de una constituyente que anule la Asamblea salida de las urnas, sino el propio resultado de la jornada electoral, en la que no ha habido candidatos contrarios a Maduro y en la que el Gobierno cifra la participación en un 40%, sin que sea posible comprobar la veracidad de los datos ofrecidos, con el chavismo asentado en las zonas rurales y la oposición en las ciudades.

El peligro del caos y la anarquía se cierne sobre un país dividido con sus instituciones dobladas y enfrentadas, y en una situación económica catastrófica. Maduro ya ha empezado a lanzar amenazas que atentan contra los fundamentos de un Estado de derecho que, aun con enormes grietas, regía en Venezuela. Quedan muy lejos los tiempos del caudillismo de Hugo Chávez cuando, aprovechando el alto precio del petróleo, en vez de invertir sus beneficios en estructuras sociales y en servicios públicos, los dedicó a construir una base social de seguidores incondicionales. El fracaso del chavismo, con un bajo precio del petróleo y un gobierno incompetente, es hoy más que notorio. Ahora existe el riesgo de que un país con enormes recursos energéticos se convierta en un Estado paria. La victoria de Maduro en el referéndum para el cambio constitucional es tan impresentable que muchos países del continente americano han anunciado que no la reconocerán. Lo mismo que ha hecho en Europa la Eurocámara.

Llegados a este punto, la oposición tiene que dejar de lado sus diferencias y personalismos porque en esta hora tan grave su cohesión es sumamente necesaria si se quiere evitar el negro escenario que se avecina. Y evitar en lo posible un estado de violencia y descontrol que en nada favorecerá sus pretensiones. Si hasta ahora todo intento de negociación entre la oposición y el chavismo había fracasado por el escaso interés del Gobierno, ahora las posibilidades de un acuerdo son aún más débiles. Por ello la comunidad internacional y en particular los países vecinos tienen que ejercer toda la presión posible para evitar que Venezuela se suma en el caos. Y uno de los destinatarios de esta presión debe ser Cuba, que es el único balón de oxígeno que le queda a aquel país.