Para la gente de a pie, en la cárcel están los más malos. Pero para los que sabemos de estas cosas, como por ejemplo los abogados penalistas, eso no es así. En la cárcel lo que menos hay son sujetos sin escrúpulos y sin remordimientos. En verdad, de eso, tanto en la vida como en la cárcel, no hay tanto como parece o como se vende; y es que el mundo no va mal por la gente sin libertad sino por las personas con mucho poder. Es más, les podría decir, y también lo pueden ratificar mis compañeros abogados y todos los profesionales del derecho penal, que los delitos más horrorosos son protagonizados por auténticos mosquitos muertos que si te los cruzas por la calle no se te pasaría por la imaginación que pudieran hacer lo que hicieron. En prisión hay muchos descerebrados con patologías mentales clarísimas pero que no son consideradas por las listas oficiales habilitadas al efecto como enfermedades que afectan a la imputabilidad y que, por tanto, sus sufridores no merecen cumplir medidas de seguridad como consecuencia de sus conductas sino penas privativas de libertad como castigo a su mala acción. Son estas listas tan frívolas como irremediables porque si profundizáramos en el tema, pocos nos libraríamos de algún síndrome mental y entonces la culpabilidad podría desaparecer y, con ella, el consuelo a las víctimas. En prisión hay personas que han cometido errores, otras que no han sabido controlarse en un momento dado y sobre todo supervivientes que han dado lo que han mamado. Para que se hagan una idea, hay presos por coger muchas veces el coche sin carné (por no saber leer). Por eso, porque en la cárcel, como en la calle, hay gente buena y mala --e incluso gente honrada--, quizá en algunos periodos el Centro Penitenciario debe imitar las cositas buenas de este mundo. Miren, este verano en Córdoba ha hecho más calor que nunca desde que el mundo es mundo y la cárcel es todo cemento en medio de una explanada infernal sin vegetación alguna. Ya parece que ha pasado, pero los presos se merecen algo así como un premio a la resistencia por haber estado a 50 grados en celdas de escasos metros y sin aire acondicionado. Este premio consiste en imitar a la libertad en la medida de lo posible. Y ahora viene la Velá, vamos, la antigua feria de septiembre. Propongo decorar todos los módulos como verbenas y en cada patio poner una barra, aunque sea de pulevas de vainilla. Y por supuesto, música de sevillanas. Y celebrar un concurso de bailes por parejas y que las mujeres del módulo 7 lleven todas flores en el pelo y delantales de lunares mientras hacen un perol de arroz. Y ¡cómo no! la pareja vencedora, que se gane un permiso de tres días para estar con su familia, y si no puede ser, que se le conceda reducción de condena.

* Abogado