Venimos por el Puente Romano, de por donde el Arrabal de Saqunda, aquel espacio en el que fueron sacrificados unos y expulsados otros cordobeses --que huyeron a Alejandría y Creta-- por el emir Alhaken I. Ahora es una zona cercana a la Feria, donde los árboles de sombra no han crecido en 25 años del recinto del Arenal, como si Miraflores mantuviese aquella maldición del emir. Es la historia, que cada cual la interpreta a su favor. No hace mucho tiempo este barrio, a donde llegó Santa Teresa en su día, era casi un descampado en abandono, aunque tenía una casa que era como una plaza de toros donde aprendían los que querían pasar de maletillas a toreros. Cercano a un espacio, paralelo al río, donde las parejas se acurrucaban en la noche para tantearse. Y por el Puente Romano pasaban todos los coches del mundo, cuando no se sabía qué era un peatón y el mundo no caminaba sino que iba subido en tubos de escape. Desde la Torre de la Calahorra se veía la fealdad de esa eterna cochera o espacio abandonado de al lado de Señán González situada en la zona más noble de la ciudad, la Mezquita, en la Plaza del Puente o del Triunfo. Me lo comentó un amigo periodista de Sevilla, que vino a la Feria. Luego comenzó el siglo XXI y entre unas cosas y otras los arquitectos se encargaron de modificar la herencia que nos dejaron romanos y árabes, un choque visual para la mayoría de cordobeses. Claro que el tiempo amansa hasta los pensamientos más ásperos y abruptos y la vista se adapta a las reformas más atrevidas. Ahora, de vuelta de una Feria llena de sol y con árboles sin sombra porque parece que fueron maldecidos por Alhaken I, camino por ese espacio que une Miraflores con el corazón de la ciudad, la Mezquita. Aquel viejo rincón casi abandonado junto a Señán González, que me criticó desde la Calahorra mi amigo periodista de Sevilla -y que yo observé durante nueve años desde el Seminario--, lo han convertido los arquitectos en el Centro de Recepción de Visitantes, la zona de acogida de los turistas donde se imparten charlas y hay actuaciones. El Arco del Triunfo, antes hundido bajo los adoquines, se ha elevado a la altura del transeúnte, al que le han colocado bancos de mármol para que aligere su cansancio, aunque pasen por aquí las procesiones más mayúsculas de la cristiandad. Suena una música. Es una película que están proyectando en la pared del Centro de Recepción de Visitantes con motivo de los 25 años de Córdoba como Patrimonio Mundial. Después de la Feria esta plaza, corazón de la humanidad, es silencio y arte. Solo echo de menos la música de Klara Gomboc, la violinista de la Puerta del Puente.