Sí, a veces llegan cartas, de las de verdad. En plena era digital y sus misivas electrónicas tan rápidas como despersonalizadas -y mejor así, porque cuando se entra en intimidades la cosa suele acabar como mínimo en los juzgados-, a veces llegan cartas «que te dan la vida, que te dan la calma», como cantaba Julio Iglesias mucho antes de que internet impusiera sus dominios. Y llegan, además, a donde más se necesitan, a las manos y el corazón de seres débiles y sufrientes, a hospitales, residencias de mayores y de personas con minusvalías físicas o psíquicas, a centros de inmigrantes y de maltratadas. La cordobesa Isabel Amo tuvo hace cuatro años la feliz idea, que llamó Hoy me acordé de ti, de solicitar de almas solidarias, y luego repartir junto a otros voluntarios, correspondencia cargada de buenos sentimientos para aliviar la soledad y las penas de quienes las padecen. Tras pasar largas horas de angustia en el hospital junto a su primer hijo, entonces un bebé, pensó en que otros niños y jóvenes podían prestar con sus escritos y dibujos un poco de alegría a quienes más la precisan; hacerles saber que no los olvidan, especialmente en unas fechas en que la felicidad casi obligatoria que se nos impone acentúa las carencias de quienes no pueden compartirla.

Aquella iniciativa cuajó de inmediato y hoy, convertida en una atareada madre de tres hijos, Isabel no solo mantiene la tarea que se impuso sino que la ve extendida desde Córdoba y sus pueblos a toda Andalucía, Valladolid y hasta a Asturias, en la otra punta del mapa.

Y es que son días de intercambios, los epistolares entre ellos. Días de dar y recibir afectos, que no siempre han de estar envueltos en papel de regalo. Aunque esto suele ser lo más frecuente, salvo en el caso de la lotería (45,4 millones de euros se prevé que gaste la provincia en billetes para el sorteo del Gordo), décimos que han pasado de entregarse en mano a mandarse en foto por whatsapp. Un servicio más de las redes sociales, no exento del peligro de que los maleantes cibernéticos hagan de las suyas, según advierten las fuerzas de seguridad. Es lo que tiene el progreso, comodidad y riesgo a partes iguales.

Lo que sí que se mantienen a pesar de que crecen las compras on line son las expectativas del comercio tradicional -animado este año en el centro por 556.000 bombillas- ante el consumo desatado en estas fiestas. Una media de 531 euros van a gastar los hogares cordobeses por Navidad, según las previsiones de la Unión de Consumidores de Andalucía. Y esta cifra, la más elevada de la región tras Sevilla y para la que muchas familias tendrán que endeudarse, incluye naturalmente un dispendio en juguetes que ni se atiene a eso que ahora llaman sostenibilidad -o sea, no gastar más de lo que se tiene- ni a lógica alguna. Juguetes carísimos y con frecuencia provistos de pantalla que recluyen entre las paredes de la casa a pequeños y adolescentes en vez de, como hicieron sus padres, dar patadas a un balón o saltar a la comba en la calle, diversiones más sanas y baratas. Para descubrirlo ante las nuevas generaciones, un proyecto denominado Callejugando, desarrollado en 23 centros docentes, trató el pasado martes de enseñar a niños y niñas las delicias de un tiempo no del todo perdido. Las pequeñas cosas, un juego de siempre al aire libre, una carta inesperada, son las que más nos conmueven. Y las que más se recuerdan.