En estos tiempos de vértigo por la rapidez de los acontecimientos, el peso abrumador de las nuevas tecnologías, que demanda una continua atención, es necesario tener las ideas claras de por dónde y cómo uno quiere transitar en la vida. Para ello, hay dos palabras que representan conceptos de un gran contenido para la persona, que definen muy bien su comportamiento y actuación ante las dificultades de la vida. Me estoy refiriendo al valor y al propósito. El propósito se define como la determinación firme de hacer algo, y también como el objetivo que se pretende alcanzar. En cambio, el valor es la cualidad, virtud o utilidad que hacen que algo o alguien sean apreciados.

Recientemente he visto un vídeo de la Fundación Escuela de Solidaridad (que dirige mi hermano Ignacio), en el que precisamente hacen referencia a estos conceptos, como parte de la finalidad que persiguen: dar valor y propósito a las personas para que puedan encontrar el camino que les lleve a recuperar la dignidad perdida. Personas anónimas que la vida les ha llevado a situaciones límites, de desamparo, de abandono. La FES siempre cercana y dispuesta las acoge y ofrece un lugar donde recuperar fuerzas para afrontar con energías una vida llena de dificultades. Se trata de un lugar especial, un espacio creativo diseñado para cambiar la vida, que transforma el potencial en cosas bellas y que ayuda a las cosas bellas a encontrar su potencial, un ambiente de oportunidad y generosidad para descubrir y aprender, dando valor y propósito a vidas significativas y prepara esas vidas a encontrar su camino.

Víctor Frankl, el conocido neurólogo y psiquiatra austríaco, autor de El hombre en busca de sentido afirma que «nuestra misión en la vida no la inventamos, sino que la detectamos: toda persona tiene su propia misión o vocación específicas en la vida…». Frankl, que sobrevivió a los campos de concentración nazi, llegó a una conclusión sobre sus vivencias en los campos de exterminio: la existencia en el hombre de una libertad interior que nadie puede arrebatarle, ni en las circunstancias más difíciles. Pase lo que pase, el hombre siempre es libre para decidir qué actitud va a tomar ante lo que suceda. Estas reflexiones nos llevan de nuevo al valor y al propósito. A pesar de todas las dificultades, se necesita recomponer el valor para sentirse valioso y apreciado, recuperar la autoestima y creer en uno mismo. Desde aquí se puede construir un propósito, una determinación, un objetivo que ilusione.

Cuando una persona falla en saber lo que quiere y cómo lo va a conseguir, o no dispone de una voluntad consistente para lograrlo, queda a merced de las pasiones que, como todos sabemos, nos llevan a optar por lo más fácil y placentero o, en el mejor de los casos, a dejarnos llevar por las fuertes emociones del momento.

En el ámbito de la empresa, resulta interesante aplicar este enfoque del valor y el propósito. Desde la perspectiva de la gestión de personas, los propósitos, valores y principios deben ser la hoja de ruta en la actuación de una organización:

Los propósitos: como eje de qué se quiere hacer (a los clientes) y qué se espera de ellos.

Los valores: sobre la base del principal activo, las personas, los valores son los ejes de actuación de una empresa, construida desde los trabajadores y sobre la base de su desempeño: el desarrollo de un liderazgo construido sobre la responsabilidad compartida y el compromiso en generar resultados, la integridad de hacer siempre lo correcto, la pasión por ganar como estrategia a largo plazo y la confianza como la mejor baza para trabajar mejor.

Los principios: como guías de un comportamiento ético basado en el respecto a las personas, la innovación y la excelencia en el trabajo a todos los niveles.

Formular un propósito es prioritario a la hora de definir la misión de la empresa de cara a los planteamientos de futuro, lo cual proporciona coherencia y estabilidad a largo plazo. A nivel personal, identificar ese valor de considerarnos capacitados y ese propósito de querer alcanzar las metas de una visión que nos proyecta, es clave para elevar la dignidad de las personas. Por ello, mi alegato es por la formación y el aprendizaje como palanca personal que lance a la persona a focalizar sus ilusiones y desde un equilibrio interior, le proyecte hacia la satisfacción y logro personal.

* Profesor de la Universidad de Córdoba