Tal día como hoy, 11 de febrero, pero de 1873, fue proclamada la I República española tras la renuncia al trono de Amadeo de Saboya. El Congreso y el Senado, reunidos en Asamblea Nacional, declararon «como forma de Gobierno de la nación, la República, dejando a las Cortes Constituyentes la organización de esta forma de Gobierno». El primer presidente fue Estanislao Figueras, y quienes le sucederían en ese cargo ocuparon ministerio: Castelar en Estado, Salmerón en Gracia y Justicia y Pi i Margall en Gobernación. Dos días después, este último publicó una circular, en nombre del gobierno, donde hablaba de consolidar la República y darle prestigio: «Se la ha establecido sin sangre, sin sacudimientos, sin la menor alteración del orden; y sin disturbios conviene que se la sostenga, para que acaben de desengañarse los que la consideraban compañera inseparable de la anarquía». La primera experiencia republicana de nuestra historia duró poco, como sistema parlamentario ni siquiera alcanzó el año de vida, pues el 3 de enero de 1874 el golpe de estado de Pavía llevó al poder al general Serrano, y al final de ese mismo año a la restauración monárquica en la persona de Alfonso XII.

Por tanto, la celebración de la fecha de proclamación de la república tuvo que esperar, aunque ese día fue un símbolo para todas las tendencias republicanas. La primera conmemoración no clandestina fue en 1881, con un banquete de homenaje a Figueras, el único de los cuatro presidentes que no se hallaba en el exilio. El recurso a ese tipo de actos fue la norma, a pesar de las discrepancias manifestadas por Lerroux o Blasco Ibáñez, que apelaban a la movilización ciudadana. Hubo que esperar a la instauración de la II República para que el 11 de febrero se conviertiera en fiesta oficial a partir de la aprobación por las Cortes de una proposición encabezada por Manuel Hilario Ayuso (republicano federal), presentada el 4 de febrero de 1932, para que dicha fecha se adoptara como «Fiesta de la República», en conmemoración de la de 1873 «y de sus apóstoles y gobernantes». Añadía un segundo punto por el que el 14 de abril sería la «Fiesta de la Soberanía Popular», día en el cual se celebrarían homenajes «a los mártires de la libertad». Ayuso tuvo una breve intervención para hacer unas aclaraciones formales, y a continuación habló Alonso Pérez Díaz, diputado canario del Partido Radical, quien recordó cómo en momentos de decaimiento de los republicanos, «la fecha del 11 de febrero parece que electrizaba el espíritu de todos aquellos que sentíamos hondamente la República». También hizo la petición, que no formaba parte de la proposición, de que en Madrid, al igual que ya lo tenía Castelar, se levantara un monumento a los otros tres presidentes de la I República. La proposición fue aprobada en el acto, sin necesidad de ser enviada a Comisión. Las conmemoraciones, a partir de entonces, se llevaron a cabo de diferente forma, e incluso fueron suprimidos los actos oficiales en 1936, porque días después se celebraban las elecciones generales, como nos explica Lara Campos en su libro Celebrar la nación. Conmemoraciones oficiales y festejos durante la Segunda República.

De aquella I República nos quedan gestos de dignidad como el de Salmerón, que dimitió por su discrepancia con la aprobación por la Comisión de guerra de una proposición de ley que restablecía la pena de muerte para los militares, pues entendía que esos procedimientos iban contra su conciencia. Porque en política hay gestos que tienen un gran valor, antes y ahora, como demostró Nancy Pelosi al romper los folios con el texto de Trump en el mensaje sobre el estado de la Unión, o la diputada alemana Hennig-Wellsow al arrojar un ramo de flores a los pies del presidente de Turingia elegido con los votos de la extrema derecha.

* Historiador