Se suele abusar al calificar como acontecimientos históricos cualquier cosa. Ahora le ha tocado a las primeras vacunas contra el covid. La boda del siglo, el acuerdo del siglo, y así todo, no son sino la exageración necesaria para llenar páginas escritas y horas de televisión o radio. Sin quitar un milímetro de importancia al haberse logrado una vacuna contra el covid en tiempo récord, lo que no resulta asumible es el tratamiento informativo que se le ha dado a las primeras vacunaciones, con el empleo de largas horas de reality show llenas de repeticiones, de entrevistas insulsas y de datos archisabidos.

En lo que se refiere concretamente a la televisión, al menos desde hace unos lustros prolifera un tipo de periodismo populachero, vacuo, que, si no me equivoco, se puso de moda con las llamadas Chicas Hermida, un grupo de comunicadoras hechas a imagen y semejanza del insoportable pero prestigiado periodista, que quizás fue un gran corresponsal en su momento pero cuya introducción de algunos nuevos modos en televisión es algo más que discutible. Pues en no otra cosa se ha convertido la información popular o populachera incluso cuando aborda algo trascendente pero sobredimensionado como son las primeras vacunaciones.

El ya rancio estilo España Directo, Andalucía Directo, fulanitos por el Mundo, etc, que es el que se ha impuesto en todo tratamiento informativo serio, cuenta con un sinnúmero de reporteros que agitan las manos sin cesar, bailotean, parlotean y -marca clara del modelo- inflexionan la voz y se dirigen a entrevistados y televidentes con lo que se llamaba antiguamente un tono para retrasados o niños. El domingo, las inacabables y repetitivas horas de las vacunaciones nos hicieron pasar toda la santa mañana por la vergüenza ajena de la ridiculez, de tanta ñoñez e infantilismo que, pásmense, según me cuentan amigos extranjeros, han sido parecidos en otros países. El tremendo avance científico que supone este primer paso, que veremos a ver si es el definitivo, hubiera merecido madurez informativa, no un despliegue para imbéciles. De las pegatinas electoralistas del gobierno en los embalajes, ni hablamos.