En los futuros libros de Historia el año 2020 se recordará como el «año de un cambio de época». Creo que este año muestra un cambio profundo en nuestra concepción individualista del mundo. El mundo entero está inmerso en una profunda crisis política, social, económica y de valores. El nuevo liberalismo capitalista puso el individuo en el centro de todos los problemas, en vez de poner al grupo humano. Ha sido el adorado dios trinitario de la productividad, el dinero y el consumismo, lo que ha llevado al caos a la humanidad entera. El mundo está en llamas.

Latino América. Bolivia, el indio aimara Evo Morales es sustituido por los poderosos criollos. Brasil, la oligarquía criolla de Bolsonaro sustituye al socialista, del Partido de los Trabajadores, Lula D´Silva, pretendiendo convertir la Amazonía en una ‘fábrica’ de dinero. Nicaragua, el exsandinista Daniel Ortega se convierte en un pequeño dictador ayudado por su esposa, Rosario Murillo. México registra 34.000 asesinatos en solo un año debido a la corrupción rampante en las altas esferas del país. Venezuela va a la ruina con el iluminado Maduro. El Salvador, Guatemala y Honduras, los países más inseguros de Latino América, el primero con más de 25.000 jóvenes integrados en las bandas criminales de las ‘Maras’. Colombia recuperándose malamente de la guerra de casi 20 años entre cinco grupos armados: ejército, paramilitares y grupos guerrilleros (FARC, UC-ELN-EPL).

EEUU y Rusia. Aquí tenemos un dúo que será recordado por su peligrosa estupidez: el impredecible Trump, perdiendo el supuesto liderazgo mundial, mirándose el ombligo y poniendo «América primero», ignorando su dependencia del resto de los países del mundo. Y enfrentado a este ególatra está el no menos ególatra el imperialista Putin.

Europa. Infectada por los virus más letales que el coronavirus: el fanatismo nacionalista xenófobo, cerrando fronteras a los emigrantes que llegan de sus antiguas colonias africanas, pidiendo simplemente a los antiguos ‘amos’ que les dejen disfrutar del bienestar que consiguieron y mantienen hoy, con las riquezas que les robaron; el infantil separatismo de aquellos que olvidando el maravilloso ideal de una Unión Europea, como el R.U., que quiere liberarse de lo que consideran el yugo de este relativamente joven experimento de un viejo continente unido, o el de las regiones, dentro de un mismo Estado grande, que pretenden crear minúsculas unidades políticas, pensando volver a una situación de pequeños Estados independientes más propios de los reinos de Taifa nacidos el siglo XI a la caída del Califato de Córdoba, o el sistema feudal de la Europa Occidental cristiana.

Medio Oriente. Hundido en un torbellino de luchas internas, principalmente por el control del los pozos de petróleo, con un trasfondo de enfrentamientos religiosos entre los dos brazos de «Al-lah, el Clemente y Misericordioso»: Suníes y Chiítas, a lo que hay que añadir la tragedia del pueblo palestino perseguido por la ‘quinta columna’ yanqui en aquellas tierras, Israel.

Lejano Oriente. En Mianmar los budistas persiguen a los musulmanes rohihyá, y en la India el partido del presidente Modi, el Bharatiya Janata, fomenta el enfrentamiento entre musulmanes e hindúes. Y en el Extremo Oriente, Corea está dividida de norte a sur por ideas políticas y económicas, y por encima de todos está el gigante Chino comunista, que, hace temblar a todo el mundo llamado «libre», como ya predijo Karl Marx hace más de un siglo al recordar las palabras atribuidas a Napoleón: «Cuando se despierte el gigante chino, el mundo temblará».

África. Todavía se recupera de la esclavitud humana, del expolio económico y de la estupidez política de los poderes coloniales al trazar artificiales líneas fronterizas para crear un mosaico de Estados que separaban artificialmente etnias y pueblos enteros, divisiones que hoy son causa de mucha de inestabilidad de los nuevos Estados independientes sometidos a una tercera colonización económica.

Nos encontramos en el ojo de un huracán que llevará a cambios radicales en la concepción de lo que hasta ahora entendíamos como globalización, que no es solamente en las comunicaciones, la economía o la política. Un minúsculo microorganismo, cien veces más pequeño que una bacteria, ha hecho tambalear las columnas de todo el edificio del individualismo del mundo actual. Ante su embate caen de rodillas los soberbios que se creen poderosos; caen todas las ideologías políticas, desde las llamadas de ‘izquierdas’, de ‘derechas’ o de ‘centro’; caen los pedantes que creen saberlo todo. Este minúsculo organismo nos recuerda lo que nunca deberíamos haber olvidado: que todos los seres de este pequeño planeta Tierra somos iguales, formando una única gran familia de seres humanos en comunión amorosa con todos los mares y montes y planta y animales que nos sostienen. El barco en el que navegamos todos, aparentemente tan diferentes, se está hundiendo, y solo nos salvaremos si nos unimos y olvidando todas las diferencias superficiales que nos separan de raza, lengua, religión, concepciones políticas y teorías científicas, nos organizamos y colaboramos juntos, ahora y en el futuro, para salir de esta tormenta perfecta que es el coronavirus. «UNO PARA TODOS Y TODOS PARA UNO».

* Profesor