Antes de dar mi respuesta, he de aclarar cómo entiendo la pregunta. O la pasada Feria confirma un declinar que viene de antes y de lejos, o lo provoca o pronuncia por su propias organización y desarrollo. Incluso es posible que se aúnen o sumen las dos hipótesis.

Para mí hay un innegable declinar de afición a las corridas de toros bravos. Para empezar ya no hay casi nadie que sufre adicción; la calentura que aparece en casos extremos de afición. Cada vez hay menos locos de atar en esta fiesta, dentro y fuera del ruedo.

¿Causas? Muchísimas, de desigual entidad:

1)Lo que era un acto social señorial por arriba y muy popular por abajo, empieza a ser considerado como prescindible para señores y vasallos, y para algunos apóstoles de lo elevado, como un rito cruel, evitable y poco europeo.

2)Las masas se han urbanizado --en el sentido de urbe, no de urbanidad-- y hay que coger de la oreja a muchos que se dicen taurinos, para llevarlos al campo.

3)La televisión que tanto ha degradado la asistencia a los cines terminará --dada la perfección de sus retransmisiones-- llevando mucha gente desde las gradas al sillón, aunque por otra parte, enseñe los meollos de la fiesta a muchos ignorantes.

4)Hace años había muy pocos espectáculos públicos en las ciudades: las procesiones y desfiles, los partidos de fútbol, los sermones de las siete palabras, los juegos florales... Los toros eran el no va más. La pasión por el torero preferido superaba a la sentida hacia el jefe político, aunque la caída de uno y otro eran muy iguales de ruidosas, batacazos populares.

5)No, no creo que sea decisiva la presencia de las mujeres en las plazas; primero porque siempre las hubo: de alta alcurnia y de sexo inquieto. Es verdad que a los antiguos nos disuenan esos gritos femeninos que desde los tendidos elogian el culo de un torero, delgadito como todos, o la guapura del que anuncia relojes en la tele.

6)Para mí lo decisivo para el declinar de la fiesta es que día a día va perdiendo interés, en una carrera sin retorno, porque toreros y ganaderos han inventado el toro artista, convertido las más de las veces en el toro tonto. O sea, se ha perdido la evidencia del peligro, la lucha, la emoción, aunque las cogidas sigan siendo posibles. El último toro de Juan Pedro Domecq lidiado en Madrid, sin castigo de puyas, se echó --no cayó--, se echó dos veces aburrido en la faena de muleta.

7)Si el toro se aburre, ¿no nos vamos a aburrir los aficionados?

8)El aburrimiento de los aficionados cordobeses es un poco mayor después de la Feria... Y bajando sin cesar se llega al sótano.

* Abogado y escritor